LOS POBRES

 

“Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; …” (Mat. 25:41-43).

Lectura: Mateo 25:41-46.

Aquí tenemos una presentación del Evangelio que extraña a muchos creyentes. Parece que los salvos son los que atienden a los desgraciados, y así es, porque una persona que realmente conoce al Señor es compasiva con los menos afortunados. Evidentemente no se salva por sus buenas obras, pero las buenas obras siguen a los que son salvos por la única manera de ser salvos, que es por la fe en la muerte de Cristo a nuestro favor y los méritos de su vida perfecta que son otorgados a los que creen en Él. Ellos, a su turno, siguen su ejemplo y comparten lo que tienen con los necesitados, tanto con los necesitados físicos, como con los necesitados espirituales.

            El creyente rico en el conocimiento de Dios y su Palabra tiene la obligación de compartir su riqueza con tres grupos:

  1. Otros creyentes que necesitan edificación y/o ayuda material.
  2. Aquellos inconversos que son ricos materialmente, pero destituidos espiritualmente, sin el conocimiento de Dios y en camino a una eternidad sin Dios y sin esperanza.
  3. Aquellos inconversos que son pobres tanto materialmente como espiritualmente. En el caso de éstos, tenemos la obligación de atender a sus necesidades físicas además de sus necesidades espirituales.

Vamos a mirar el tercer caso con más detalle. Algunos hermanos dan dinero juntamente con un folleto a los mendigos que encuentran por la calle en las grandes ciudades. Otros ofrendan a misiones que atienden a la parte material juntamente con la parte espiritual de la gente en países donde hay miseria y persecución de la Iglesia. Hay muchas misiones que están desempeñando un papel muy hermoso en estos lugares, como Puertas Abiertas, por ejemplo. El Señor quiere que tengamos un corazón compasivo y evangelístico a la vez. La peor pobreza en las dos áreas se encuentra en los países donde hay más persecución, y es lógico, porque donde abunda la ignorancia del Evangelio, abunda la miseria y la injusticia.

Los hay que son fieles en dar limosnas, pero que, a la vez, gastan grandes sumas de dinero en caprichos o en vacaciones carísimas. La cuestión no es: ¿Doy limosnas?, sino: ¿Gasto todo mi dinero bajo la dirección de Dios? ¿Considero que todo lo que tengo es de Dios y que soy responsable de administrarlo para su Reino, o solo considero que el diezmo es suyo y lo demás es mío para usarlo como quiera?  Y en cuanto a herencias: ¿He considerado la posibilidad de dejar grandes sumas a misiones en mi testamento? Si recibo una herencia, ¿considero la posibilidad de usar mucho de ella para la obra del Señor? Muchos creyentes son fieles en lo poco, ¿pero soy fiel también en lo mucho, con herencias, con pagas extras, con incrementos de mi sueldo? Todas estas cosas son interesantes para plantearlas delante de Dios en oración.


 
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