CONSUELO (1)

 

“Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles. Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago: Dios mismo vendrá, y os salvará” (Isaías 35:3, 4).
 
Lectura: Isaías 35:1,2, 7-10.
 
            Dios manda al profeta a consolar y animar a su pueblo con dos promesas acerca del futuro: una es la venida del Mesías y la otra es el futuro glorioso de Sion. Esta visión del futuro del pueblo de Israel es la que Dios les mandó para sostenerlos durante siglos de dificultades, de opresión política, pobreza y persecución. Tal como está escrita, en esta profecía parece que todo se va a cumplir con la venida del Mesías, y así es como los judíos la interpretaron. Creían que la tierra sería productiva, que “Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa. Florecerá profusamente, y también se alegrará y cantará con júbilo” (35:1, 2). La tierra cobraría la hermosura del Huerto de Edén. Los enfermos serían sanados: “Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán” (35:5). Habría juicio, justicia, retribución y salvación: “He aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá, y os salvará” (35:4), resultando en una vida de santidad para los redimidos: “Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad: no pasará inmundo por él, sino que él mismo estará con ellos; el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará” (35:8). Y todos los esparcidos de Israel serían reunidos para formar un solo pueblo: “Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con alegría: y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido” (35:10). Se acabará todo sufrimiento y reinará la alegría.
 
            Esto es lo que Israel esperaba con la venida del Mesías. Una parte de este paquete de promesas ya se ha cumplido, pero el resto queda para cumplirse cuando el Mesías vuelva por segunda vez. Esto lo sabemos nosotros, pero no lo sabían ellos. En la mente de Dios, las dos venidas son una, pero para nosotros que vivimos en el tiempo y el espacio son dos cosas muy separadas, ¡de hecho con dos mil años de separación! Nosotros sabemos que la segunda parte de la profecía se cumplirá porque la primera parte se cumplió. La venida de Jesús y los milagros que acompañaba su venida, juntamente con la redención que Él obró, son evidencia fehaciente de que lo que queda por cumplir se cumplirá. Esto lo sabemos nosotros, pero a ellos les costaba mucho comprenderlo. Esperaban que viniese todo junto. Esto es lo que le pasó a Juan el Bautista. Creía que el día del juicio y de la recompensa, y la gloria de Israel vendrían con Jesús (Mat. 3:11, 12), pero cuando fue encarcelado por causa de la justicia y Jesús no lo libró de la cárcel, entró en confusión y tuvo dudas acerca de si Jesús realmente era el Mesías. Le preguntó: “¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?” (Mat. 11:3). Jesús le contestó citando precisamente esta profecía: “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados” (Mat. 11:5), como evidencia de que Él realmente era el Mesías esperado, pero le añadió una coletilla importante: “Y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí” (Mat. 11:6). ¿Tropiezo? Sí, porque la profecía no se iba a cumplir como Juan creía y esto podría ser un escollo en su caminar con Dios y causarle perder su equilibrio y tropezar. Jesús no le explicó que el resto de la profecía se cumpliría a su debido tiempo, solo le confirmó que Él era el Mesías, y le dijo que se mantuviese sin tropezar en medio de su zozobra. Este es el mensaje de Dios para nosotros: Sigue teniendo fe; Dios hará todo lo que esperas a su tiempo.
 

  

Copyright © 2024 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.