“Estaba ya oscuro, y Jesús no había venido a ellos” (Juan 6:17).
Lectura: Juan 6:16-21.
Oscuridad, frustración y abandono. Los discípulos estaban obedeciendo a Jesús, pero no llegaban a ninguna parte. Es muy frustrante cuando haces lo mejor que puedes y el Señor no te acompaña, no llega, y tienes muchas dificultades. Desde su altura en la montaña donde estaba orando, Jesús podía ver a los discípulos luchando con el mar. Se daba plena cuenta de su situación. Pero para él era más necesario orar. Estaba de luto y necesitaba la comunión con el Padre, necesitaba su consolación y dirección en este punto de su trayectoria. ¿Cuándo le matarían a él como habían matado a Juan Bautista? ¿Cómo podría esquivar la muerte hasta que llegase su hora? La muerte de Juan pesaba sobre él. Con el Padre quería tener un tiempo de comunión clave y consolador en esta hora oscura.
“Y viéndolos remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar” (Marcos 6:48). El Padre le concedió la gracia para andar sobre este turbulento mar con el viento en su contra y la oscuridad densa alrededor. Él pudo andar contra el viento, pero ellos no podían remar contra el viento. Para ellos el viento era un obstáculo insuperable. A él no le presentó ningún problema. Era precisamente este mar turbulento que le sirvió de camino para llegar a ellos. Las dificultades y obstáculos que enfrentamos nosotros como discípulos suyos son precisamente el medio que usa Dios para acercarse a nosotros. Aquella enfermedad, el problema en casa, la oposición y las complicaciones son los medios que Dios emplea en nuestras vidas para llegar a nosotros de formas sorprendentes. ¿Cómo me va a solucionar Dios esto que tengo? No lo sé. Pero lo que sé es que me ve, se da cuenta de que estoy fatigada, sabe que estoy haciendo todo lo que puedo para obedecerle, entiende mi frustración, y esto que tanto me molesta lo usará para manifestarse a mí de forma diferente, como no lo había conocido antes, y vendrá a mí, me dará la ayuda que me hace falta y me acompañará hasta que llegue a mi destino.
“Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban” (Marcos 6:51). “Ellos entonces con gusto le recibieron en la barca, la cual llegó en seguida a la tierra adonde iban” (Juan 6:21). Venía en una forma que no le reconocieron, les daba miedo, pero cuando les aseguró que era él, le recibieron con gusto. Querían su presencia. Cuando llegó Jesús, se acabaron todas las dificultades. Puede haber un largo tiempo de espera, pero cuando el Señor quiere, puede solucionar todo en un momento. En un momento pensamos que nunca vamos a llegar, y en el momento siguiente estamos poniendo nuestro pie en tierra firme y Jesús está allí con nosotros. La experiencia ha sido reveladora. Le hemos conocido en una manera diferente, ha quitado nuestra frustración, y nos ha ayudado a cumplir aquello que nos ha mandado hacer. ¡Alabado sea el Señor! ¡Qué aventura tenía planeada para nosotros!
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