“Yo, pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4:1-3).
Lectura: Ef. 4: 4-6.
Pablo está en la cárcel, pensando en la iglesia de Éfeso, orando por estos amados hermanos. Les ruega que vivan como cristianos, en santidad de vida; que sean humildes y mansos, y que se soporten con paciencia y mansedumbre los unos a los otros. Este es el camino de la unidad y la clave de la evangelización, porque la hermosa relación que existe entre los seguidores de Jesús es lo que atrae al evangelio. La sociedad en que vivimos es todo menos una sociedad unida. Hay divisiones regionales, divisiones de clases, divisiones políticas, divisiones de nacionalidad, divisiones religiosas, divisiones de criterio y divisiones de estilo de vida. Hay grupos que no soportan a otros grupos. Se oyen críticas y descalificaciones de los demás. La iglesia de Cristo tiene que ser la excepción. La iglesia de Cristo en España, o en cualquier otro país, está compuesta por todos los que han nacido de nuevo por la obra sobrenatural del Espíritu Santo, no importa su denominación. El Señor tiene pueblo suyo en todas las denominaciones cristianas. No es la doctrina la que une, sino la incorporación de esta persona al cuerpo de Cristo por medio de su fe, por un lado, y por medio del nuevo nacimiento, por otro. Dios los ha incorporado a su familia. Podemos tener comunión con cada uno hasta el punto en que cada uno tenga comunión con Dios. La unidad es una cosa, la comunión es otra. Si una persona está realmente convertida, pero tiene pecado en su vida, estamos unidos, pero no tenemos comunión hasta que no confiesa su pecado y arregla su vida. Pero esto es muy delicado y no somos los jueces de nadie. Su vida personal tenemos que dejarla entre esa persona y el Señor, y el Señor tratará con ella. Tenemos comunión con otro creyente si él está andando en luz: “Si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros” (1 Juan 1:7).
Lo que impide la unidad son las cosas que el apóstol Pablo ha mencionado: falta de humildad, mansedumbre y paciencia. Estas son las cosas que tenemos que tratar en nosotros mismos. ¿Voy pensando que yo tengo la verdad en todo y que los que no piensan como yo están equivocados y que yo tengo que convencerlos de su error y cambiarlos? Esto es orgullo. Es falta de humildad y paciencia. Todo creyente tiene la misma esperanza, el mismo Señor, la misma fe que salva, ha sido bautizado y tiene el mismo Padre. Si tenemos paciencia, a su debido tiempo, Dios corregirá sus errores. Mientras tanto, lo amamos y tenemos comunión con él hasta el punto en que sea posible. Es un hijo de Dios y Dios sabrá disciplinarlo y enseñarlo. Con esta mentalidad podemos tener comunión con verdaderos creyentes de todas las denominaciones. El Señor tiene cosas que enseñarnos de todas ellas. Incluso en las iglesias más extraviadas puede haber creyentes de verdad a los cuales estamos unidos, y con los cuales podemos tener comunión. La unidad del Espíritu se guarda en el vínculo de la paz, no con la discusión. El cuerpo de Cristo es multifacético y hermoso en su diversidad. Él lo ama y lo cuida como su propio cuerpo. Que nosotros hagamos lo mismo.
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