“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y pecadores se convertirán a ti” (Salmo 51:10, 12, 13).
Lectura: Salmo 51:15-17.
No somos salvos para alabar a Dios encerrándonos dentro de las cuatro paredes de una capilla, sino para ir y hacer discípulos a todas las naciones (Mat. 28:19). La misericordia de Dios, que ha llegado a nosotros revelándonos el camino de salvación por la fe en el sacrificio de Cristo en el Calvario como nuestro sustituto para llevarnos a Dios, no es para nosotros solos, sino para todo el mundo.
En este salmo David está confesando su pecado orando: “Ten piedad de mí, oh Dios. Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades” (51:1, 9). Pide una renovación total: un corazón limpio y un espíritu recto y noble. Reconoce su necesidad del Espíritu Santo. Pide que Dios no le quite su Espíritu, porque es lo que le pasó a Saúl con su pecado: Dios le quitó el reino para el cual había sido ungido por el Espíritu Santo. En nuestro caso hemos sido sellados para salvación y ungidos para servicio. Sin esta unción nuestro servicio no llevará fruto. Si hemos entristecido al Espíritu Santo por nuestro pecado, nuestro servicio no se llevará a cabo en el poder del Espíritu, pero una vez que hemos confesado el pecado y sido restaurados, “enseñaremos a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti”. Estas verdades están plasmadas en el himno siguiente escrito por Isaac Watts:
Oh Tú que oyes cuando claman los pecadores,
Aunque todos mis pecados están delante de ti,
No escondas de mí tu rostro de gracia,
Borra toda mi iniquidad.
Un espíritu quebrantado, oh Rey mío,
Es toda la ofrenda que presento;
Tú, Salvador Dios nunca despreciarás
Al corazón contrito.
Mi alma yace humillada en el polvo,
Y reconoce tu justa sentencia;
Mira desde el cielo, oh Dios, con ojo compasivo,
Y salva al alma condenada.
Entonces enseñaré al mundo tus caminos;
Pecadores aprenderán tu gracia soberana;
Los conduciré a la sangre de mi Salvador,
Y alabarán a un Dios perdonador.
Oh, que tu amor inspire mi lengua;
Tu salvación será toda mi canción;
Y todos mis poderes se unirán para bendecir al Señor,
Mi fortaleza y mi justicia.
Isaac Watts, 1674-1748
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