FRUSTRACIÓN Y ÉXITO

  

“Estaba ya oscuro, y Jesús no había venido a ellos” (Juan 6:17).

Lectura: Juan 6:16-21.

            Jesús fue rechazado en Nazaret, por los de su propio pueblo; intentaron matarlo. Después Jesús oyó que habían decapitado a Juan el Bautista. Las cosas no pintaban bien para él. Quería estar solo para buscar al Padre, pero no pudo ser, porque cuando se apartó a un lugar desierto, la multitud descubrió su ubicación y vinieron a él. Dio de comer, a los cinco mil, y querían hacerle rey, cosa que habría precipitado su muerte cuando los romanos lo descubriesen. Para evitarlo, despidió la multitud y puso a los discípulos en la barca. Y luego subió la montaña para orar. Desde esta altura podía seguir el progreso de los discípulos en la barca. Este es el trasfondo de nuestra historia del Señor caminando sobre las olas. Nos enfocamos en los discípulos en esta noche en el mar, remando contra el viento, sin poder llegar a su destino. Estaban haciendo un esfuerzo sobrehumano sin conseguir nada.

            Jesús nos pone en situaciones que no podemos manejar. Hace cosas que no entendemos. Resuelve los problemas de manera que ni habríamos imaginado. No sirve para nada intentar razonar para encontrar la solución. No sirve decir: “Ya sé yo lo que va a suceder ahora”. Solo es cuestión de estar allí y dejar que él haga lo que tenía en mente. ¿Qué podían hacer los discípulos? Solo seguir remando. Estaban obedeciendo, y les había metido en una situación imposible, en la que no podían hacer lo que les había mandado. Les había mandado ir al otro lado, y no había manera de llegar allí.

Por una manera que nunca habrían pensado, Jesús llegó a ellos: ¡caminando sobre el mar! Se metió en la barca y todos llegaron a tierra enseguida. Él compensó por el tiempo perdido y por su frustración. El mal rato que habían pasado tiene su explicación: los había tenido que quitar de en medio para que no se uniesen con la multitud para hacerlo rey, y para darle espacio para orar y buscar a Dios. Lo había coordinado todo de tal forma que todos llegaron al otro lado a la vez.

En cuanto a nosotros, ¿qué? Nos ha mandado hacer algo, pero no podemos hacerlo. Es imposible. No podemos luchar con la naturaleza. Así que, ¿qué haremos? ¿Cuál es el desafío que tenemos ahora? En nuestro caso, estamos en medio de una gran sequía. Estamos rodeados por árboles enormes, secos y muertos, que podrían caer encima de nosotros con la próxima ráfaga fuerte de viento, o podrían prender fuego otra vez, como pasó el año pasado. Estos árboles están en propiedad municipal por encima de nuestra casa. El Señor nos ha mandado a cuidar de la naturaleza (Gen. 1:28), pero no podemos controlar la lluvia y el viento. Estas historias están en Biblia por algo. El mundo entero está sufriendo los efectos del cambio climático. Y nosotros, como cristianos, tenemos un Dios que se ha mostrado Maestro del viento[1], la lluvia y las olas. Es cuestión de seguir remando y dejar que el Señor haga el resto. Y según lo que hemos leído, llegaremos a nuestro destino, salvos y sanos, con él a nuestro lado.     


[1] “Master of the Wind” es el título de una canción cristiano que se puede encontrar en internet. Dice: “Yo conozco al Maestro del viento”.

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