PROTECCIÓN DE LA MENTE (2)

   

“Las armas de nuestra milicia… son poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:3-5).
 
Lectura: 2 Cor. 10:3-6.
 
            Estamos, lo queramos o no, en una gran batalla para el establecimiento del reino de Dios y la sujeción de todos sus ciudadanos a la voluntad divina. Para ello es preciso que cada creyente sujete su mente a la Palabra de Dios. El obstáculo más grande a una vida de obediencia a Cristo es la mente. La mente es rebelde, y una mente rebelde dirige todo el cuerpo en el camino opuesto a donde Dios quiere que vayamos.
 
            ¿Cuáles son las poderosas armas que usamos para destruir fortalezas? Una fortaleza es un alcázar en nuestra mente armado para hacer guerra contra Dios. Es una manera de pensar bien arraigado en nuestra mente que conduce a una conducta incorrecta. Está formada por ideas equivocadas que se han afincado en nuestra mente. Estas ideas proceden de la propaganda del mundo, de malas experiencias que hemos tenido, de daños sufridos, de malas personas, de heridas emocionales y físicas y cosas parecidas, todas ellas procedentes del diablo y por esto lidian contra Dios. Por ejemplo, un perro te muerde y se establece una fortaleza en tu mente. Piensas que todos los perros son malos, y al extremo, piensas que todos los perros deben ser eliminados de la faz de la tierra. Cuando un perro se te acerca te pones histérica. No haces amistad con nadie que tenga un perro. Piensas que todo dueño de perro le está adiestrando para hacer daño. De estas fortalezas proceden obsesiones, conductas sin sentido y, en el caso extremo, la locura. Solo Dios es sensato.
 
            Estas fortalezas se destruyen por la aplicación de la Palabra de Dios y sus instrucciones, por la Cruz de Cristo y su perdón, implementado por la obra del Espíritu Santo con la colaboración del creyente. En el caso del perro, la Palabra me dice que son creación de Dios y que todo lo que Dios creó es bueno. La Cruz de Cristo me lleva a perdonar al dueño del perro y a pedir perdón por mi reacción exagerada a este mordisco. La Palabra me dice que el odio al dueño es pecado y la obsesión que tengo no está fundada. Y el Espíritu Santo cambia mi forma de pensar y actuar hasta el punto de que ¡un día incluso compro un perro! Estos mismos principios se aplican a agresores, gente mala y experiencias dolorosas en mi vida. Y el resultado es una mente sana.  
 
            En cuanto a argumentos, el arma es la Palabra de Dios. Cualquier ideología que se apodera de la mente de una sociedad tiene sus argumentos, y muchos de ellos sutiles y difíciles de combatir. Hay que meditar en la Palabra para descubrir la verdad acerca de lo que se piensa hoy día. La Palabra no ha cambiado, porque Dios no cambia. Sus pensamientos son eternos, inteligentes y sanadores. Hemos de formar la mente de Dios en la nuestra, sacando lo erróneo y reemplazándolo con lo que afirma Dios. El Señor Jesús dijo: “Tu Palabra es verdad” (Juan 17:17), ¡y él tiene toda la razón! Es la verdad que sana nuestra mente enfermiza y nos libera de la esclavitud del error: “conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).

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