“Caigo de rodillas y elevo una oración al Padre, el Creador de lo que existe en el cielo y en la tierra. Pido en oración que…” (Efesios 3:14-16, NTV).
Lectura: Ef. 3:14-21.
Aquí tenemos una oración del apóstol Pablo a favor de los creyentes en Éfeso. Pide a Dios Padre que les dé el poder del Espíritu Santo para que puedan conocer el amor de Cristo que excede a todo conocimiento, para que puedan estar llenos de toda la plenitud de Dios.
Cuando pedimos algo en oración, creemos que lo que estamos pidiendo es una cosa que tiene que venir de parte de Dios. Esperas que Dios te lo dé. No pides una cosa que tú puedas conseguir por ti mismo. Pablo podía decirles que se espabilasen para conocer el amor de Cristo, pero esto no conseguiría nada. Podía decirles que hiciesen un esfuerzo para sentirse amados por Cristo, pero esto no conseguiría nada tampoco. Podía decirles que madurasen para conocerlo, o que estudiasen, o que fuesen más fervorosos, o más espirituales, pero no dependía de ellos. Experimentar el amor de Dios tiene que venir de parte de Dios. Está fuera de nuestro control y fuera de nuestro alcance. No hay nada que tengamos que hacer para conseguir que Dios nos ame. No hay cuatro pasos fáciles que hemos de seguir para estar llenos de Dios. No tenemos que luchar para sentir el amor de Cristo. Es un regalo. Se pide y Dios nos lo da: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos… a él se la gloria” (3:30). Dios lo hace.
Conocer el amor de Cristo viene por vía de la oración. No es por estudios de la Biblia, ni por asistencia a la iglesia, es un regalo que uno recibe de Dios al pedírselo. Es por pura gracia que Dios nos hace sentir su amor.
El amor es la base de todo. Pablo pide: “… para que arraigados y cimentados en amor seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cual sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo” (3:17-19). Somos una planta arraigada en amor, y un edificio cimentado en amor. El amor es la tierra donde crecemos, y el fundamento para el edificio que construimos, que es nuestra vida. Todo empieza y termina con el amor. Por amor, Dios nos escogió para ser sus hijos. Por amor, Cristo murió por nosotros; por amor Él habita en nosotros, y el fruto que produce en nosotros es el amor. Estamos pidiendo que Dios nos llene de su amor para que podamos estar llenos de toda la plenitud de Dios. Y estando llenos de Dios, estamos llenos de amor, pues Dios es amor.
Somos amados, funcionamos por medio del amor, crecemos por medio del amor, nos nutrimos por medio de recibir amor y nos llenamos de amor. Así que nuestra oración es que Dios nos haga conocer su amor, comprender su amor, y sentir su amor para que estemos llenos de toda la plenitud de Dios. Todo procede de Dios. Lo nuestro es pedirlo y abrirnos para recibirlo, y Dios es poderoso para hacerlo. A Él sea la gloria.
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