DESCANSAR EN LA TORMENTA

  

“Y él estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal” (Marcos 4:38).
 
Lectura: Marcos 4:35-41.
 
Hay un milagro más grande que el de calmar la tempestad: ¡es dormir en medio de la tempestad! Esto es lo que Jesús estaba haciendo. Fue un dormir sobrenatural, de Dios, en medio del ruido de un viento huracanado, gritos de pánico, olas rompiendo sobre Él, mojado, sacudido, ¡y Él durmiendo! Este es el milagro que queremos que se realice en nuestras vidas, el de poder dormir no importe lo que pase. Se puede declarar una guerra. Se diagnostica que un ser amado tiene una enfermedad terrible. Desaparece nuestra mascota. La casa amenaza ruina. El marido pierde el empleo. Y nosotros dormimos tranquilamente, porque hemos puesto nuestra fe en Dios, y, por otro lado, porque “a su amado dará Dios el sueño” (Salmo 127:2).
 
La barca no se fue al fondo del mar porque Jesús tenía que morir en la cruz, no en una tormenta. Así que Él podía estar tranquilo. Su hora todavía no había llegado. Nosotros no sabemos cuándo llegará la nuestra, pero sí sabemos que Jesús está en nuestra barca, y cualquier calamidad que hayamos de pasar, la pasaremos con Él. Jesús dormía, no porque hubiese razonado todo esto, ni porque estuviese agotado, sino porque toda su vida estaba impregnada con la paz de Dios.
 
Normalmente nuestra oración es que Dios pare la tormenta, ¡no que podamos dormir confiadamente en medio de ella! Pero la próxima vez que oigamos una noticia angustiosa, vamos a orar: “Señor, haz que pueda dormir esta noche, sin quedarme desvelada pensando en este problema. No quiero pasar la noche en vela, sino en alabanza a ti porque Tú eres nuestro Dios. Haré lo que tú dices: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (Salmo 46:10). “Socórreme y líbrame en tu justicia; inclina tu oído y sálvame. Sé para mí una roca de refugio, adonde recurra yo continuamente. Tú has dado mandamiento para salvarme, porque tú eres mi roca y mi fortaleza” (Salmo 71:2, 3). “Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra” (Salmo 121:2). “En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado” (Salmo 4:8). Gracias, amado Señor.
 
Descanso en ti, mi Defensor y Escudo,
Pues en la lid contigo a salvo estoy.
En tu poder a combatir acudo.
Descanso en ti, y en tu nombre voy.    
 
Por fe yo voy, sintiendo mi flaqueza,
Mas en tu gracia apoyado estoy.
En tu poder está mi fortaleza.
Descanso en ti y en tu nombre voy.
 
Descansaré contigo al fin en gloria,
Entrando por portales de esplendor.
Tuya es la lucha, tuya la victoria
Y la alabanza a ti será, Señor.

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