“Cuando pensaba, tratando de entender esto, fue difícil para mí, hasta que entré en el santuario de Dios” (Salmo 73:16, 17, LBLA).
Lectura: Salmo 73:3-14
Padre, no entiendo por qué a mí me ha pasado …
No entiendo por qué a Job le quitaste todo cuanto tenía y luego te escondiste de él.
No entiendo por qué a Jacob le quitaste precisamente a la mujer que amaba y le dejaste a la otra.
No entiendo por qué a Moisés lo dejaste pasar 80 años en el desierto para morir a las fronteras de la Tierra Prometida.
No entiendo por qué te llevaste al mejor amigo de David, a Jonatán, el que le habría ayudado mucho en su vida personal, si hubiese vivido.
No entiendo por qué a Daniel lo llevaste al exilio para nunca volver a Israel.
No entiendo por qué permitiste que decapitasen a Juan el Bautista.
Pero hay cosas que sí que entiendo:
Sí entiendo por qué a Abraham y Sara les hiciste esperar tantos años la promesa de un hijo.
Sí entiendo por qué a José lo dejaste pasar por la traición de sus hermanos y por años de cárcel.
Sí entiendo por qué a Ester la llevaste a casarse con un rey pagano.
Sí entiendo por qué te llevaste a Lázaro.
Sí entiendo por qué dejaste que a María una espada traspasase su alma.
Sí entiendo por qué a tu Hijo lo dejaste pasar por el rechazo, la traición, el abandono, y la muerte de Cruz.
Y sí entiendo por qué no se le presentó vivo a sus enemigos después de la resurrección.
Que lo que sí entiendo me ayude a confiar en ti por todo cuanto todavía no entiendo.
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