«Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió… Descendieron a Troas. Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos» (Hechos 16:6-9).
Lectura: Hechos 16:6-9.
Solemos pensar que para los apóstoles les era fácil encontrar la dirección del Señor, pero una lectura pausada de este pasaje nos revela prohibiciones y planes frustrados, sin ninguna explicación. No sabemos en qué forma llegaron las prohibiciones. Puede ser que el Espíritu Santo les hablase directamente por una profecía, o que no tuviesen paz en sus corazones, o que no tuviesen los medios para llegar a donde pretendían ir. El caso es, que a la medida que iban progresando en su viaje, Dios les iba mostrando el próximo paso, y no era siempre por donde ellos pensaban que Dios los iba a llevar, o por donde ellos pensaban que tenían que ir. Dios nos puede hacer inteligible su voluntad si estamos dispuestos a buscarla, y si ya vamos por el camino. A veces Dios nos guía a hablar, y a veces a callarnos. Es interesante que atravesaran Frigia sin poder predicar el evangelio, porque Dios lo había dirigido así.
Después el Señor les mostró el próximo paso por medio de una visión. Él es el que dirige el desarrollo de la Iglesia. Cuando llegaron a Filipos, en Macedonia, Dios les abrió una puerta. Esta vez era la puerta del corazón de una señora, la primera persona convertida en Europa: «El Señor abrió el corazón de ella». Ahora todo va sobre ruedas, o así pensamos, hasta que vemos la oposición satánica. Primeramente, el diablo se opone al equipo del apóstol Pablo. Después utiliza a una muchacha endemoniada para predicar el evangelio, para desacreditarlo. Cuando Pablo libra a la muchacha, el diablo utiliza sus dueños para frenar el avance del evangelio: Pablo y Silas son azotados y metidos en la cárcel. Pero Dios envía un terremoto y abre las puertas de la cárcel. Allí los apóstoles predican el evangelio y se convierte el carcelero, y nace la iglesia.
Dios estaba dirigiendo el avance del evangelio por maneras que no entendían al principio. Dios hizo milagros, pero Dios no predicó; sólo los hombres podían predicar la Palabra. Satanás intentó hacerlo, pero Dios no lo hace. Ha dejado la predicación en nuestras manos. Él nos lleva a donde tenemos que ir, cierra puertas, abre corazones, redirige la obra del diablo, abre cárceles, pero no impide el sufrimiento de sus siervos, ni predica el evangelio Él mismo. Lo deja en nuestras manos. Todas estas son lecciones para el día de hoy.
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