“No faltó palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la casa de Israel; todo se cumplió” (Josué 21:45).
Lectura: Josué 21:43-45.
¡Qué sorpresa más grande!, ¿o no? Cuando Dios cumple sus promesas, ¿nos deja pasmadas, o lo encontramos normal?
Josué lo encontró normal. Nunca había dudado. El texto reza así: “De esta manera dio Jehová a Israel toda la tierra que había jurado dar a sus padres, y la poseyeron y habitaron en ella. Y Jehová les dio reposo alrededor, conforme a todo lo que había jurado a sus padres; …No faltó palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la casa de Israel; todo se cumplió” (Josué 21:43-45). ¡Que Dios cumplió sus promesas se repite cuatro veces! La promesa fue una imposibilidad humana. Era imposible que Israel saliese de Egipto, era imposible que sobreviviesen 2.000.000 de esclavos sin cultura, sin leyes, y sin identidad nacional en un desierto durante 40 años, era imposible que pasasen por el Mar Rojo y el Río Jordán y era imposible que conquistasen a los habitantes de la tierra con sus ciudades fortificadas. No eran soldados, eran esclavos. Todo era una enorme imposibilidad. Sin embargo, Josué nunca había dudado. Sus ojos estaban puestos en Dios: tenía una idea de la grandeza del poder de Dios, y sabía que Dios era fiel y capaz de llevar a cabo todo lo que había prometido. La Palabra de Dios para él había sido: “Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie. Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Éufrates, toda la tierra de los heteos hasta el gran mar donde se pone el sol, será vuestro territorio” (Josué 1: 2-4). Y Dios lo hizo.
Nosotras podemos pasar años de dificultad en los que parece que es imposible que Dios cumpla todo lo que nos ha prometido, pero lo hará, por amor a su Nombre, porque Él es fiel a su promesa, porque su Palabra no puede dejar de cumplirse. Si lo creemos durante los años malos, los pasaremos mucho mejor. Siempre nos sostendrá el optimismo característico de los que confían en Dios. Dios hará lo que ha prometido, pero cómo lo pasamos en el tiempo de espera depende de nosotras. Selah.
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