“Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora” (Romanos 8:22).
Lectura: Rom. 8:23-27.
Aunque tenemos centenares de plantas en nuestro jardín, me acuerdo de la historia de cada una: quien nos la dio, si fue esqueje o hija de otra planta, si la compramos o si la trajimos de Nueva Zelanda, de Inglaterra, etc, Hace unos 20 años traje un agapanto de casa de mi suegra. (Son estas que tienen hojas como la cinta, pero más grandes, y echan un tallo y luego una gran flor redonda de color azul.) Ahora tenemos docenas de ellas. Lo mismo con los hibiscos que nos dio un amigo: tenemos docenas. También carolinas, y lantanas, y adelfas, etc. Me falta papel y tinta para ir nombrándolas. Estas me las dio Pili; estas, Margarita; estas, Ana; y estas ya estaban cuando compramos la casa hace 30 años. Y luego están los árboles: frutales, abetos, palmeras, y después todos los pinos del bosque que nos rodea. Y todas estas plantas y árboles necesitan agua. La sequía aprieta, y las plantas gimen.
Jonás sufría por su planta. Pegaba el sol muy fuerte y la calabacera se secó. Y el Señor le peguntó: ¿Tanto sufres por la calabacera? “Tuviste tú lástima de la calabacera en la cual no trabajaste ni tú la hiciste crecer”; pero Dios, sí. Dios trabajó en ella y la hizo crecer y la amaba, porque la calabacera no era otra cosa sino un símbolo de Israel, que en la relación con Dios se le había secado. Jonás había comprendido que era una parábola viviente, que Dios le estaba diciendo que su pueblo se secó y que a Dios le daba dolor hasta la muerte. La parte que Jonás no había captado, y que Dios se lo tuvo que explicar, era que además de amar a Israel, Dios también amaba a los ninivitas, y, por extensión, al mundo entero, a los gentiles y a todos los animales.
Y creo que lo que Dios nos está diciendo lo mismo en estos días. Sufrimos por la sequía, la naturaleza gime, y nosotros juntamente con ella, porque la amamos, pero sólo es un símbolo de la iglesia, que también se seca y gime, y nosotros con ella. Y por si fuera poco, Dios quiere que también gimamos por Etiopía en su sequía y por todos los países del mundo, porque Dios los “ha trabajado y los ha hecho crecer” y los ama y Él gime y busca a intercesores y evangelistas para no solo gemir, sino a personas como Jonás, que puedan clamar al cielo desde la tierra seca pidiendo la visitación de su Espíritu que la Iglesia tanto necesita, y la predicación del evangelio con poder para un mundo sediento. Que Dios levante a personas como Jonás en nuestra generación: a profetas para Israel y evangelistas para el mundo, para que Dios haga en nuestros días lo que hizo en Nínive, conversión masiva.
Padre, has captado mi atención con esta sequía. Por fin, entiendo lo que estás diciendo, y mi espíritu se une al tuyo, suplicando agua. Me preguntas: “¿Tanto lloras por tus plantas, por la naturaleza, y por la iglesia? ¿No puedes llorar también por el mundo perdido?”
Y nuestra respuesta debe ser un gemido.
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