SINTONIZAR CON LA FRECUENCIA DE DIOS

 

“Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también hace el Hijo igualmente” (Juan 5:19).
 
“Yo hablo lo que he visto cerca del Padre” (Juan 8:38).
 
Lectura: 1 Samuel 3:3-10.
 
            Una decisión de calidad es decidir estar más cerca de Dios. Concretamente, estar en la onda de Dios. Para ello tenemos que afinar nuestro oído a la voz de Dios, estar en su frecuencia, o, en una palabra, conectar con Dios. Los fariseos no estaban en la onda de Dios. El Señor Jesús les dijo: “Yo hablo lo que he visto cerca del Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído cerca de vuestro padre” (Juan 8:38), insinuando que su padre era el diablo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad” (Juan 8:44). En el comienzo de la historia, Caín mató a Abel. Jesús atribuye este acto al diablo. Los fariseos querían matar a Jesús, porque no querían recibir la verdad que Él recibió de su Padre: “El que es de Dios, la palabra de Dios oye” (Juan 8:47). Esto es lo que nosotros queremos, oír las palabras que Dios nos habla, tanto en su Palabra, como por medio de la oración, y comprender su aplicación personal en nuestras vidas.
 
Esto era el modus operandi de Jesús: hablar la palabra de Dios que había oído de Él, y hacer las obras que veía hacer el Padre. ¿Es como vivimos nosotros? ¿O vamos con nuestra opinión, nuestros deseos, o lo que quieren otros que hagamos? Si queremos vivir según el modelo de vida que Jesús nos puso delante, ¿cómo aprendemos a hacerlo? Hemos de desarrollar la capacidad de vivir en la clave de Jesús por medio de la oración, el estudio de la Palabra y la búsqueda personal de Dios, dedicándole tiempo, obedeciendo lo que percibimos que nos manda hacer, y estando pendientes de su voz. Hemos de proceder con humildad pagando el precio implícito en hacer lo que creímos que Dios nos está pidiendo que hagamos. Lo que pide siempre estará en consonancia con su Palabra y su carácter. Oír su voz es un aprendizaje, como lo fue para el niño Samuel que se equivocó unas veces antes de aprender a reconocer la voz de Dios (1 Sam. 3:3-10).
 
Hay resultados sorprendentes cuando leemos la Palabra de Dios pidiéndole la gracia de recibirla como Palabra fresca suya, no como algo que ya sabemos, sino como si la estuviésemos escuchando por primera vez, escuchando atentamente por lo que nos resalta del texto, lo que capta nuestra atención, y conversando con Dios acerca de ello. Dios nos ministra según nuestra necesidad. Nuestros oídos espirituales están abiertos a lo que Dios quiere revelarnos, o lo que quiere que hagamos, o lo que quiere mostrarnos de pecado en nosotros. Surgen preguntas que hacemos al Señor. Recibimos respuestas. Vemos lo que Él nos quiere dar, nos abrimos y recibimos la gracia, la ayuda o el consuelo que necesitamos de Él. Sabemos a qué atenernos. Hemos entrado en la presencia del Dios que nos conoce y nos ama, y terminamos adorándolo por el trato personal que hemos recibido en su presencia. La voz de Dios nos ha llegado.       


 Copyright © 2024 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.