FRUTO

 

“Os he llamado amigos porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé” (Juan 15: 15, 16).
 
Lectura: Juan 15:13-16.
 
            Jesús, como amigo, comparte con nosotros lo más apreciado que tiene, que es la esencia de su relación con el Padre que consiste en ver y oír lo que el Padre hace y dice para que nosotros hagamos y digamos lo mismo. Jesús como amigo nos está introduciendo en una vida de conexión con el Padre. Su idea de la amistad es compartir lo más íntimo con el amigo. Lo más íntimo de Jesús es su relación con el Padre, y Él no solo quiere que sepamos cómo es esta relación, ¡quiere que tengamos la misma relación con Él! ¡Esto sí que es amistad!
 
            “Os he puesto para que vayáis y llevéis fruto”. Jesús nos ha mandado a ir, decir y hacer lo que Él oyó y vio lo que el Padre estaba diciendo y haciendo. Todos los sermones y obras de misericordia de Jesús eran los mensajes y obras del Padre. A su vez nosotros hemos de transmitir los mensajes del Padre y hacer sus obras. La única complicación es que las palabras del Padre son divinas y sus obras milagrosas. ¿Cómo vamos nosotros a abrir la boca y hablar palabras de vida eterna? ¿Cómo vamos a hacer milagros?
 
            Hay obstáculos y limitaciones evidentes que no nos permiten llevar fruto. Los obstáculos consisten en cosas que el enemigo y el mundo perverso han puesto en medio y que nos estorban. Las limitaciones son las limitaciones normales humanas nuestras: sencillamente no somos Dios. No tenemos poderes milagrosos. Aquí es donde entra la oración. Jesús prometió que “todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dará”. Entonces, nosotros vamos, hacemos lo que Jesús nos manda, y oramos para que Dios quite los obstáculos y haga lo que nosotros no podemos hacer. Trabajamos en intima conexión con Él. Somos su voz y sus manos y Él suple el resto. Pedimos que Dios abra oídos sordos, que quite corazones de piedra, que revele las cosas eternas a ojos ciegos, que traiga convicción de pecado a gente que no quiere saber nada de Dios, y que ponga el deseo de ser salvo del infierno en personas que ni creen que existe. En una palabra, pedimos que Dios salve a las personas, que las cambie y transforme, para que una vez salvas, ellas también vayan y lleven fruto que perdure, haciendo las obras del Padre. Y Dios contestará esta oración para que nosotros podamos llevar fruto.
 
            Esta es la idea de amistad de Jesús: que compartamos su ministerio, que usemos sus métodos, que tengamos el poder de su Espíritu, que oremos al Padre y que el Padre, por medio del Espíritu, haga lo que nosotros necesitamos para que llevemos fruto que permanezca toda la eternidad. Jesús nos ha puesto en su equipo con sus recursos para participar en lo que Él está haciendo. ¡Qué honor más alto! ¡Y qué amigo más íntimo!    


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