“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?… Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8: 35, 38, 39).
Lectura: Romanos 8: 29-34.
Como mujeres, ¿qué es lo que más necesitamos? Lo que más necesitamos es sentirnos amadas. Dios nos ama. ¿Cómo nos lo muestra? ¿Acaso nos deja caer una rama de rosas del cielo para hacernos sentir su amor? Puso la primera pareja en un hermoso huerto lleno de rosales, y claveles, y begonias, y buganvilias, y hortensias. Había belleza por todas partes. Hortalizas. Árboles frutales. Riachuelos cristalinos. Abundancia de todo. Y sexo. Los dos eran muy hermosos y disfrutaban de todo lo que Dios les daba. ¿Así se sentían amados? ¿Si tienes de todo, esto te hace sentir amada? Si le das a tu hijo todo lo que quiere, ¿acaso piensa él: “¡Cuánto me quieren mis padres! Voy a portarme muy bien para mostrarles mi gratitud?” Las cosas materiales no transmiten el amor. El sexo no necesariamente nos hace sentirnos amados. Si este fuera el caso las prostitutas y los millonarios se sentirían los seres más amados. Dios no muestra su amor dándonos dinero, salud, una bonita casa, un trabajo bueno y muchas cosas.
¿Cómo, entonces, muestra Dios su amor? Escucha este texto: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo… Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó” (Romanos 8:29, 30). Dios nos conoció, nos predestinó, nos llamó, nos justificó, y nos glorificó. Nos conoció antes de la fundación del mundo, y nos amaba. Siempre hemos tenido un lugar particular en el corazón de Dios. Nos predestinó a ser como Cristo. Nos llamó: mandó a alguien a hablarnos de evangelio. Nos justificó en la cruz del Calvario a gran coste personal. Y nos glorificó. Un día estaremos con Él en la gloria.
Hay mujeres que saben todo esto, pero no se sienten amadas por Dios. El amor de Dios no les llega. De hecho, no se sienten amadas por su marido, ni por sus hijos, ni por sus padres. Porque su corazón está roto. No funciona. No pueden recibir amor y tampoco pueden dar amor.
¿Qué les ha pasado? Tal vez hayan sufrido el abandono, sus padres se divorciaran, o el padre abandonara a la familia; puede ser que sufrieran abuso sexual, o violencia, o pobreza extrema; o padres no presentes, o exigentes, o fríos, o crueles, o adictos al alcohol, o a la droga; o hayan vivido con padres peleados con una nube negra envolviendo su casa, y se hayan sentido solas. La mujer que ha sufrido estas cosas tiene mucha dificultad en sentirse amada. Dios la ama, pero ella no lo puede sentir. No puede descansar en el amor de Dios. Las cosas malas no significan que Dios no me ama.
[1] Una charla que di en la Iglesia Evangélica de Esparraguera, 13/ 7/24. Si la quieres oír, haz clic en este enlace:
https://drive.google.com/file/d/1NqryUJHtaxLqVOVT8eqlBKCGsZ9_X6hH/view?usp=drivesdk
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