“¡Hija, tu fe te ha sanado!, le dijo Jesús. Vete en paz y queda sana de tu aflicción” (Marcos 5: 34, NVI)[1].
Lectura: Marcos 5:24-30.
Este milagro de la sanidad de la mujer con el flujo de sangre es singular, porque no fue la fe de Jesús la que la sanó, sino la fe de la misma mujer. El milagro toma lugar sin que Jesús participe activamente, solo como resultado de la fe de esta hija de Dios.
Ella había agotado toda posibilidad de sanidad a través de la medicina tradicional. De hecho, había sufrido mucho a manos de médicos y solo había conseguido empeorase. Ella empleó la fe, convencida de que si solo tocase la ropa de Jesús sería sana, ¡ni siquiera hacía falta tocar a Jesús mismo, solo su ropa! Su fe hizo lo que ningún médico pudo hacer.
¿Por qué preguntó Jesús quién lo había tocado si ya sabía todas las cosas? Jesús no estaba haciendo teatro, no preguntó ya sabiendo la respuesta, preguntó para saberlo. No sabía todas las cosas, solo lo que el Padre le revelaba. Si la mujer fue sanada, ¿por qué hizo falta que lo confesase delante de la multitud? Porque Jesús quería hablar con ella. No solo le interesa nuestra salud, quiere entablar relación con nosotros. Otra pregunta: Si la mujer ya fue sanada por su fe, ¿por qué dijo Jesús: “queda sana de tu aflicción”? Porque Él quiso confirmar su fe. Lo hermoso es que Jesús sabe cuándo lo tocamos con fe. Esto lo hacemos por medio de la oración, o por medio de una acción que Él sabe interpretar que fue motivada por la fe. Y cuando lo tocamos sale poder de Él para suplir nuestra necesidad.
¿La fe siempre sana? Una cosa es cierta, deberíamos tener la fe para ser sanados sin importar si nos sanamos o no. Una cosa es tener la fe para ser sanados y otra cosa es creer que efectivamente vamos a ser sanados. Ya tenemos la fe para creer que Dios puede sanar cuando desea hacerlo. Otra cosa es tener la convicción de que lo quiere hacer y que lo hará en este caso. Esta última fue la fe de la mujer.
La fe de esta mujer le hizo bien a Jesús. Fue de bendición para Él. En medio de tanta incredulidad y oposición, aquí estaba una mujer con una simple convicción: que este hombre pudo lograr lo que ningún médico pudo hacer. Ella partió de la base de que su sanidad no era posible humanamente. Entonces quedaba la posibilidad de sanidad por otra vía, por la espiritual, y ella puso su fe en el poder de Jesús, y consiguió lo que necesitaba.
[1] En el idioma original, la misma palabra puede ser traducida como “sanado” o “salvo”. En la mentalidad hebrea, la sanidad y la salvación son una sola cosa.
Copyright © 2024 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.