EL DIOS DE GRACIA (2)

 

“… para la alabanza de la gloria de su gracia” (Efesios 1:6).

Lectura: Ef. 1:3-8. 

            Si el Señor Jesucristo fue lleno de gracia y verdad, ¡tenía a quien parecerse! Es exactamente como su Padre. Aquí al principio de la carta del apóstol Pablo a los efesios, tenemos una revelación de la gracia de Dios para con nosotros, sus beneficiarios. Todo lo que hace Dios es para “la alabanza de la gloria de su gracia”. Su gracia es gloriosa y digna de alabanza. Alabemos la gloria de su gracia al contemplar lo que Dios ha hecho a nuestro favor, motivado exclusivamente por su hermosa gracia, sin mérito alguno de nuestra parte:  

  • Por pura gracia “Dios nos escogió en él (en Cristo) antes de la fundación del mundo”, para hacernos “santos y sin mancha delante de él” (1:4). Dios nos escogió con un fin altamente hermoso, motivado solo por su gracia.
  • Fue por pura gracia que Dios nos escogió para ser sus hijos: “en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo”, porque nos amaba “según el puro afecto de su voluntad” (1:5). Somos amados por gracia, porque Dios quiso amarnos.           
  • Por pura gracia “nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados, según las riquezas de su gracia” (1:6, 7). Dios en amor elaboró un plan para hacernos perfectos en su amado Hijo, por la sangre de su cruz. En Cristo tenemos total aceptación delante de Dios.

            Si Dios derramó su gracia sobre nosotros de tal manera, nosotros debemos tener la gracia como la misma base en nuestras relaciones con nuestros hermanos. No estamos aquí para juzgarlos y condenarlos, para censurarlos y denunciar sus pecados, para distanciarnos de ellos porque los consideramos pecaminosos, sino para aceptarlos, ministrarlos, y tratarlos según la abundancia de gracia que hemos recibido: “De gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10:8). Nuestro enfoque debería ser: “¿Cuánta gracia puedo derramar sobre mi hermano? ¿De qué maneras puedo servirlo, como Dios me ha servido a mí? ¿Cómo puedo bendecirlo?” Como dijo Jesús, hemos de ir y aprender lo que significa: “Misericordia quiero y no sacrificio” (Mateo 9:13), para tratar a todos con misericordia. Dios no quiere que nos sacrifiquemos por su causa, sino que mostremos misericordia a todos, porque hemos recibido misericordia sobre misericordia, y gracia sobre gracia del Dios de toda gracia que nos ama.    


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