“Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaban las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba” (Marcos 4: 37).
Lectura: Marcos 4: 35-41.
Llegamos a un pasaje familiar. En lugar de pensar que ya lo sabemos, vamos a acercarnos a él y pedir que Dios nos hable a cada uno individualmente, según lo que necesita oír. La enseñanza de este pasaje es inacabable.
Un día que tocó esta historia en mi lectura, quité de en medio la idea que ya lo sabía todo, y escuché al Señor. Lo que me dijo era justo lo que necesitaba oír. Estaba desbordada con muchas cosas, como la barca de agua. Con los oídos del corazón oí con toda claridad la voz del Señor diciéndome: “Sí que me importa lo que te pasa. No te vas a hundir”. (Los discípulos le habían dicho: “¿No tienes cuidado que perecemos?”). (4:38). Es fabuloso cuando la Palabra de Dios nos llega, no solamente la Biblia, sino también la voz del Señor comentándonos la Biblia y aplicándola a nuestra situación particular.
Otra vez que leía este pasaje las palabras que me resaltaron de la página eran: “Calla, enmudece” (4:39). Y el texto continúa: “Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza” (4:39). El Señor es capaz de quitar de en medio el problema que nos estorba, de la misma manera que hizo cesar el viento que estaba causando el problema para los discípulos.
Y una tercera vez, últimamente, el Señor me volvió a hablar de este mismo texto. Esta vez fue por las palabras: “Les dijo: Pasemos al otro lado” (4: 35). El mar tempestuoso es como la vida, oscuro y turbulento. Al otro lado está el buen puerto, el desembarco en la Tierra de Dios, su Reino eterno, o el Cielo. Para llegar es necesario atravesar la tempestad. Jesús no dijo: “Que pases al otro lado”. Dijo: “Pasemos al otro lado, tú y yo juntos. Yo estaré a tu lado durante todo el trayecto, pase lo que pase, yo estoy allí contigo. No te voy a dejar, y yo aseguraré que llegues al otro lado con tu fe intacta. Seré para ti todo lo que necesitas mientras atraviesas la tormenta, viviendo contigo todo lo que vives, compartiendo tus experiencias, y apoyándote”.
El ingrediente que necesitamos es fe. “Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” (4:40). Claro, ellos aún no sabían quién era Jesús, que era el Hijo de Dios, que tenía autoridad sobre la naturaleza. Peguntaban: “¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?” (4:41). ¿Tú sabes que “toda autoridad le es dada en el cielo y en la tierra?” (Mat. 28:18). No hay necesidad de temer a las fuerzas de la naturaleza, poderes humanos o demoníacos; Él manda. Llegarás al Otro Lado sano y salvo, porque Él estará contigo en todo lo que vas a pasar. Amén.
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