“Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37).
Lectura: Rom. 8: 38, 39.
El amor de Dios siempre triunfa. Siempre llega. Penetra la noche más oscura y me consuela al oír el diagnóstico más desolador. Transforma el mal que me pasa en bendición y crecimiento espiritual, para que por medio de mis dificultades y tragedias llegue a tener más intimidad con Él, y sea más parecido a su Hijo: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados, porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Rom. 8:28, 29).
“Ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (8:39). Estoy cobijada bajo sus alas de amor donde nada puede destruirme. Estas plumas divinas, aunque suaves y acogedoras, pueden protegerme de una bomba atómica o del ataque de mil demonios. El amor de Dios es nuestro refugio. Es nuestro lugar de descanso y seguridad. Nos amó antes de la fundación del mundo y nos amará hasta que lleguemos al Cielo. La corriente de su amor nos llevará a la orilla de la eternidad, donde nos recibirán sus brazos eternos, y donde estaremos para siempre con Él, que nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros.
¡Oh amor de Dios! tu inmensidad, el hombre no podrá contar,
ni comprender la gran verdad: que Dios al hombre pudo amar.
Cuando el pecar entró al hogar de Adán y Eva en Edén,
Dios los sacó, mas prometió un Salvador también.
Coro:
¡Oh amor de Dios!
brotando estás, inmensurable, eternal,
por las edades durarás inagotable raudal.
Si fuera tinta todo el mar, y todo el cielo un gran papel,
y todo hombre un escritor, y cada hoja un pincel,
para escribir de su existir, no bastarían jamás.
El me salvó, y me lavó y me da el cielo además.
Y cuando el mundo pasará, con cada trama y plan carnal,
y todo reino caerá, con cada trono mundanal,
el gran amor del Redentor por siempre durará;
la gran canción de salvación su pueblo entonará.
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