SALVACIÓN Y SALUD MENTAL (1)

   

“Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (Rom. 12:2).
 
Lectura: Fil. 4:6-9.
 
            Algunos se estarían preguntando qué tiene que ver la salvación con la salud mental, a lo cual respondemos que la salud mental es una parte vital de ella. La salvación que Dios ha obrado a nuestro favor es la restauración de todo lo que somos; es una salvación completa que afecta la manera en que pensamos y la manera en que vivimos. ¡Dios no salva el alma para que un día vaya al cielo dejando el resto de lo que somos estropeado, hecho una ruina para siempre! En su amor pretende transformar todo nuestro ser y pide nuestra colaboración para que seamos una nueva persona en Cristo, tanto en nuestra manera de relacionarnos con Él, como en nuestra relación con los demás y nuestra relación con nosotros mismos, en lo más profundo de nuestro ser. Su salvación llega a nuestros deseos, metas en la vida, motivaciones al hacer lo que hacemos, apetitos, sexualidad, emociones, actitudes, hábitos, ambiciones, y, por supuesto, a nuestra forma de pensar, puesto que la mente controla toda esta larga lista que acabamos de mencionar. “De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas, y todo esto proviene de Dios” (2 Corintios 5:17, 18).
 
            Todo esto proviene de Dios, pero no es instantáneo, ni es una obra que Dios hace sin nuestra colaboración. No nos anula para hacernos nuevos, esto sería la destrucción de nuestro ser, porque anularía nuestra voluntad. Nuestra colaboración es vital para que continuemos siendo nosotros mismos, pero más maduros. Enseguida pensamos en muchos versículos que enseñan que hemos de colaborar en estos cambios. Por ejemplo: “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gal. 5:16); o: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos e… idolatría” (Colosenses 3:5). En cuanto a la mente, que es nuestro tema, tenemos: “Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable… en esto pensad (Filipenses 4:8); “y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:4-5). Ya vemos que la responsabilidad de controlar nuestros pensamientos recae sobre nosotros.
 
            Una mente sana es parte del plan de Dios para nosotros. Dios nos da dos cosas maravillosas para ayudarnos a conseguir una mente sana: su Palabra y su Espíritu, que trabajan en conjunto para transformar nuestra forma de pensar. La parte nuestra es la voluntad, y la disciplina mental. Uno de los frutos del Espíritu es el control propio. ¡Pero este fruto no nace maduro; lo tenemos que cultivar!
 
Todos hemos venido a Cristo con muchas taras, y algunos, con heridas muy profundas. Al convertirnos, algunos estábamos en una condición de lo que se considera enfermedad mental. Una de las heridas más profundas que una mujer puede tener es la de haber sufrido abuso sexual. Deja a la persona pensando que es sucia, culpable, indigna, menos que humana, vulnerable y sin valor. Se siente como una piltrafa. ¿Cómo puede esta mujer pasar de este estado mental a tener la sana valoración de sí misma que la Biblia enseña que debemos tener? Romanos 12:2, 3 habla de la transformación de nuestra mente para tener una correcta autoestima. La hermana que lleva heridas profundas en su autoestima encontrará las herramientas necesarias en las Escrituras para cambiar su manera de pensar. Puede ser que necesite la ayuda de una hermana formada en esta asignatura para saber los pasos a seguir en su curación.

   
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