“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto” Juan 15:1, 2).
Lectura: Juan 15:1-8.
La sola lectura de los textos citados en este estudio nos da una fuerte sacudida, no importa cuánto tiempo llevemos en el Señor. Vamos a limitarnos a compartirlos con un mínimo de comentario para que después, en un momento de recogimiento, podamos meditar en ellos con tranquilidad y escuchar lo que el Señor quiere decirnos personalmente a cada uno.
Israel es llamado “la vid de Dios” en varios textos del Antiguo Testamento (por ejemplo, Isa. 5:1-7; Salmo 80:8-19; Jer. 2:21). De su lectura se desprende que Israel fracasó en su misión siendo más bien una vid borde, mientras que el Señor Jesús es la “vid verdadera” cuyo fruto glorifica al Padre. Fuera de Él no hay fruto que valga. Ezequiel 15:1-8 nos habla de Jerusalén como una vid inútil. “Pondré mi rostro contra ellos; aunque del fuego se escaparon, luego los consumirá; y sabréis que yo soy Jehová, cuando pusiere mi rostro contra ellos” (Ez. 15:7).
En 1 Cor. 3:6-9 Dios usó a Pablo y Apolos para plantar, pero “el crecimiento lo ha dado Dios” y: “Somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios” (1 Cor. 3:6, 9). Hay árboles que no necesitan poda, pero la vid, sí. Los chupones, aunque parecen ser parte de la vid, han de ser eliminados, porque nunca darán fruto y debilitan la planta. Son como aquellos que parecen ser verdaderos creyentes, pero no lo son, y serán quemados, símbolo que representa el fuego eterno. Sus frutos muestran que no son de Cristo: Mateo 7:16, 20; 12:23. Son pseudocristianos, profesan fe, pero son bordes y serán eliminados. Profesan fe, pero no hay obras que demuestren que su fe es verdadera (Santiago 2:14-26).
El mismo cuchillo que elimina lo falso purifica lo verdadero. Hebreos 12:9-11 comunica esta misma idea: la disciplina de Dios produce fruto. La parra requiere una poda continua, hasta la cosecha final. Dios poda nuestra mente, eliminando ideas incorrectas; poda nuestra voluntad, quitando deseos inmundos; poda nuestra conducta de comportamientos indebidos.
El sarmiento es pasivo, pero nosotros no lo somos; hemos de colaborar con la obra del Espíritu Santo. Somos responsables. Dios nos poda, esta es su parte, y nosotros hemos de permanecer, esta es la nuestra. Es una cosa espiritual que requiere un corazón entregado y comunión con el Señor (Juan 15:4; Col. 2:6, 7). La consecuencia de permanecer es la oración contestada para que podamos dar más fruto para la gloria del Padre (Juan 15:16).
[1] Estudio dado por David Burt por Zoom 11/06/2024. Si quieres escuchar el audio de este mensaje, contáctanos y te lo enviaremos.
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