“Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:6, 7).
Lectura: 1 Juan 1:5-10.
Mientras andamos con Dios en la luz,
Dios une nuestros corazones;
Comunión preciosa disfrutamos,
Comunidad en el amor de Jesús:
Dulcemente cada uno con cada uno combinando,
En los lazos de servicio unidos,
Sintiendo la sangre limpiadora aplicada,
Conmovidos por la muerte de Jesús.
Charles Wesley, 1707-88
No podemos tener comunión con Dios si estamos andando en tinieblas, sin poner por obra la verdad que creemos; pero, si practicamos la verdad y “andamos en luz, como Él está en luz” y… ¿Cómo concluye?: ¿“tenemos comunión con Dios”? No, no pone esto, sino que: “tenemos comunión unos con otros”. Sin practicar la verdad de la Palabra, no tenemos comunión, ni con Dios, ni con los hermanos. Si no vivimos como creyentes, no hay comunión. Comunión es unidad de espíritu. Es vivir en la presencia de Dios juntamente con el hermano. Es sentir una misma cosa. Es la unión de dos almas en Dios.
Solo tenemos comunión con el hermano mientras dure nuestra permanencia en Cristo. Si nos apartamos del Señor para andar en los caminos de la carne en actitud, pensamiento, palabra, acción, o deseo, dejamos de tener comunión con el hermano. La comunión con el hermano se rompe cuando uno de los dos deja de andar en luz. Si yo estoy en mi egoísmo, enfadada, quejosa, dudando de Dios, codiciosa, ansiosa, con miedos, satisfaciendo los deseos de la carne, o hablando como una mundana, no puedo tener comunión con nadie. Se rompe la comunión. Mientras practico el pecado, no hay comunión.
Estar en un culto con los hermanos no significa necesariamente que estoy en comunión con ellos. Estar en una comida fraternal tampoco significa que tengo comunión con los que están en la misma mesa. Si estoy comiendo todo lo que puedo, hablando mal de otros, teniendo una conversación como si fuera de la calle, con actitudes carnales, no hay verdadera comunión. En cambio, si los dos estamos hablando de un tema prosaico, como la política, pero con actitudes cristianas, tenemos comunión.
La comunión es una cosa delicada, pero cuesta mantenerla. Debo desarrollar una sensibilidad para notar si estoy en el Espíritu, o en la carne. Necesito una alarma interna que suene cuando estoy en una onda que no me permite tener comunión con los hermanos. Que podamos oír la suave voz del Espíritu cuando nos corrige, y que seamos prontos en responder, en confesar nuestro pecado y en rectificar, de modo que la sangre de Cristo continúe limpiándonos de todo pecado, con cada vez más profundidad. Solo con su fluir continuado podemos mantener la comunión en Cristo que deleita a Dios.
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