“Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12).
Lectura: Mateo 6:9-15.
La persona que vive con la mano extendida esperando que otra persona pague lo que le debe no está libre. Ha permitido que la otra persona le quite su libertad. Exige justicia, y no está preparada para tener paz hasta que la otra persona le pague. Esto es dejar que tu bienestar interno dependa de otra persona. También es incumplir lo que el Señor nos enseña a orar en el “Padre nuestro”. Peor aún, es hacer que Dios te trate como tú tratas a esta otra persona: “Mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (6:15). ¿Cómo se sale de este bloqueo?
Teníamos una gran deuda con Dios. Le debíamos una vida de total justicia, pero no podíamos pagar. Dios, “movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda, pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes” (Mateo 18:27, 28). ¿Cómo respondió Dios? Le dijo: “Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (18:32-35).
¿Esto significa que la persona que no perdona no tendrá el perdón de sus pecados? Es lo que dice. Tú dices: “Pero esto no encaja en mi teología”. Si la Biblia no encaja en tu teología, ¡cambia tu teología! La persona que no perdona lo poco que le debe a otro hermano, no entiende la gran cantidad que le ha perdonado Dios. Nunca ha visto su pecado. No entiende la santidad de Dios. No ha entendido lo que a Dios le ha costado perdonarla a ella. No entiende la cruz de Cristo. Necesita humillarse delante de Dios en arrepentimiento y pedir perdón a Dios por su condición delante de Él y buscarlo, por amor de su alma. Sin el perdón de Dios no podemos ir al Cielo. Entonces, ¿cómo se sale de esto? Rodea tu respuesta:
- ¿Qué te debe el otro? Dinero. Amor. Comunicación. Una confesión de su ofensa.
- ¿Se lo perdonas? ¿Cancelas la deuda? ¿Dices que no te debe nada? Sí. No.
- ¿Dejas de esperar nada de él? Sí. No.
- ¿Puedes dejar su caso con Dios? Sí. No.
- ¿Vas a seguir el resto de tu vida exigiéndole que te pague lo que debe? Sí. No.
- ¿Vas a guardarle rencor? Sí. No.
- ¿El perdonarlo a él ofende tu sentido de justicia? Sí. No.
- ¿Puedes creer que Cristo pagó su deuda (la de él)? Sí. No.
- ¿Pondrás tu herida, infligida por el pecado de él, en la herida de Cristo? Sí. No.
- ¿Vas a entregar tu dolor a Jesús en la cruz y recibir la sanidad de sus heridas? (Is. 53:5). ¿Dejarás que tus heridas conecten con las Suyas para tu sanidad? Sí. No.
- ¿Vas a pedir a Dios que lo perdone por su ofensa contra ti? Sí. No.
- ¿Vas a amarlo, bendecirlo, hacerle bien y orar por él? (Mat. 5:44). Sí. No.
- ¿Das gracias a Dios por su gran misericordia hacia ti al perdonar tus años de rencor? Sí. No.
- ¿Has hecho esta transacción con Dios? Sí. No.
Si la has hecho, el Espíritu Santo lo testificará a tu espíritu con Su paz.
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