ELECCIÓN, FRUTO, Y ORACIÓN CONTESTADA

“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé” (Juan 15:16).

Lectura: Juan 15:13-17.

De este texto vemos que Cristo nos ha elegido:

  1. Para que vayamos y llevemos fruto.
  2. Para que nuestro fruto permanezca.
  3. Para que el Padre nos dé lo que le pedimos en el nombre de Jesús.

Para que vayamos y llevemos fruto:
Su elección nos mueve a ir en su Nombre con el Evangelio, pero este mover no es en vano. El Señor Jesús nos ha llamado para que seamos fructíferos. ¿Hasta qué punto depende de Él el llevar fruto, y hasta qué punto depende de nosotros? La parte nuestra es ir y cumplir nuestra responsabilidad al compartir el Evangelio. El fruto depende de Él. Nosotros no podemos convertir a nadie. Esta es la obra del Espíritu Santo que Jesús explica a continuación: “Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (16:8). El Espíritu revela al inconverso que vive en pecado, que su vida está lejos de la justicia que Dios exige, y que, por lo tanto, está condenado. Y ya que estamos hablando de elección, el Señor hará que nuestra predicación sea eficaz para convertir a las personas que Él ha elegido.

Para que nuestro fruto permanezca:
¿Qué garantía tenemos de que nuestro fruto vaya a permanecer? Nuestra garantía es que los propósitos de Jesús siempre se cumplen. Él es el Señor. Lo que Él determina, se hace. Podemos estar seguros de que las personas que Dios ha elegido responderán al Evangelio en algún momento. Nosotros no sabemos quiénes son; predicamos a todos, y la semilla que cae en tierra fértil llevará su fruto.

Para que el Padre nos dé lo que le pedimos en el nombre de Jesús:
“Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido” (16:24). ¡Esto es maravilloso! Pedimos por los que han de ser salvos. El Señor Jesús ya ha pedido por ellos en su oración sacerdotal: “Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (17:18, 20). La oración tiene una parte vital en eso de llevar fruto. Lo que estamos pidiendo es que nuestro ministerio lleve fruto, que los que han de creer se conviertan, y que tengamos el gozo de ver a gente entregarse al Señor Jesús. Para que nuestro ministerio sea eficaz, tenemos al Espíritu Santo trabajando en los que oyen la Palabra, tenemos la oración que el Padre contestará porque el Señor Jesús nos lo ha prometido, ¡y tenemos las oraciones del Señor Jesús a favor de las mismas personas por las cuales estamos orando nosotros!

Padre amado, te damos gracias porque tú quieres que nuestro gozo sea cumplido y sabes cuánto gozo tendremos cuando las personas a las cuales estamos testificando sean salvas. Gracias porque vas a contestar nuestras oraciones, ¡porque coinciden con las de Jesús! Amén.


       
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