“Vino palabra de Jehová a Jonás hijo de Amitai, diciendo: Levántate y vé a Nínive, aquella gran ciudad, pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí. Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, lejos de la presencia de Dios” (Jonás 1:1-2).
Lectura: Mat. 21:28-32.
De niño en la escuela dominical, ¿te acuerdas de que cantabas: “Jonás no hizo caso a la Palabra de Dios”? Y con esto tachamos a Jonás como mal profeta. No recordamos que después se arrepintió y fue a Nínive. Jesús cuenta la parábola de un hombre que tuvo dos hijos. Al primero le dijo que se fuese a trabajar en su viña y el hijo dijo: “No quiero; pero después, arrepentido, fue” (Mat. 21:29). Después el padre pidió al otro que se fuese a trabajar en su viña y éste dijo: “Sí Señor, voy. Y no fue”. Jesús preguntó “¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?”. Respondieron ellos, acertadamente: “El primero”. Así es. Si tú criticas a Jonás por haber ido la segunda vez y no la primera, ¿dónde te deja a ti? ¿Tú siempre obedeces a Dios a la primera? ¿Y a la segunda? Si no obedeces a Dios ni a la primera, ni a la segunda, según esta parábola, te quedas en el grupo de los fariseos.
El caso es que Dios nos ha pedido que vayamos a trabajar en su viña. Debemos estar trabajando en los asuntos de nuestro Padre, usando nuestros dones para el avance de su Reino. ¿Lo estamos haciendo? Jesús nos dejó el mandato: “Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mat. 28:19, 20). Si no lo hemos hecho la primera vez, queda la posibilidad de arrepentirnos e ir la segunda. En cuanto al hijo que fue la segunda vez, Jesús dijo que hizo la voluntad de su padre. Esto se aplica a Jonás, y también a nosotros, si finalmente somos obedientes.
Criticamos a Jonás y criticamos al mundo perdido que Dios ama: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito”. (Juan 3:16). Mandó a su único Hijo al mundo, y Él vino, a la primera, y dio su vida por el mundo. Ahora nos toca a nosotros ir a su viña y trabajar. Si no hemos ido a la primera, tenemos una segunda oportunidad para hacer la voluntad del Padre.
Al mundo id, a realizar la obra, id a servir en medio del dolor; desprecio habrá y burlas y congojas, “Mas hay que ir”, nos dice el Señor.
Al mundo id, cumplid vuestros ideales, y renunciad al goce terrenal; a trabajar do reinan las maldades, os ruego ir en actitud leal.
Al mundo id, con soledad y ansias, sintiendo hambre en vuestro corazón; sin más hogar, ni amigos ni familia: yo os daré mi Amor y bendición.
Al mundo id, de odio y rencillas, do ciegos hay, porque no quieren ver, y allí gastad humildes vuestras vidas, que el calvario vuestro ha de ser.
Como el Padre me envió, os envió yo.
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