EL PAN DE LA PRESENCIA

“Y pondrás sobre la mesa el pan de la Presencia perpetuamente delante de mí” (Éxodo 25:30, LBLA).
 
Lectura: Mat. 12:1-4.
 
            “El pan de la Presencia”. ¡Me encanta este nombre para el pan de proposición! La expresión es muy sugerente. Enseguida pensamos en Jesús como el Pan de Vida, el pan que descendió del Cielo, en comer de Jesús, en la mesa de Señor, la Pascua, el maná en el desierto, Emanuel, “Dios con nosotros” y otros textos atesorados. Vamos a investigar un poco acerca de lo que esta expresión puede significar para nuestra plenitud en el Señor.  
 
            Un sábado camino a la sinagoga los discípulos de Jesús pasaron por un sembrado, arrancaron unas espigas y comieron porque tuvieron hambre (Marcos 2:23-28). Fueron reprendidos por los fariseos por “trabajar” en el día de reposo. Jesús contestó que David y sus hombres tuvieron hambre e hicieron algo peor: comieron del pan de la Presencia del Tabernáculo. Todos tenemos hambre en el día de reposo y deberíamos hacer de lo mismo, debemos comer del pan de la Presencia. “El día de reposo fue hecho por causa del hombre” (Mar 2:27); fue hecho precisamente para comer del pan de la Presencia. Esto es lo que realmente nos llena, la Presencia de Dios, Dios mismo, el pan de vida, el maná del cielo, todos ellos símbolos de otro símbolo, el pan en la mesa del Señor. El pan es un hermoso recuerdo del cuerpo de Cristo partido para nosotros. Jesús dijo: “Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mi permanece, y yo en él” (Juan 6:55, 56). Lo que realmente nos satisface el hambre es llenarnos de Jesús quien es el verdadero “pan de la Presencia”. Todos estos símbolos son hermosos reflejos de una misma realidad: estar llenos de la presencia de Dios.
 
            ¿Cómo se hace? Puede ser con recibir la Palabra de Dios, el pan de vida, o con participar de la mesa del Señor, o por la oración que nos conecta con el Cielo, o por medio de la fe. Recibimos vida fresca de Dios. Se renueva la Presencia de Dios dentro de nosotros. Nos refrescamos espiritualmente. Volvemos a llenarnos del Señor. Para esto fue hecho el día de reposo para el hombre, para renovarnos en la Presencia del Señor y llenarnos con ella. Alzamos los ojos al Cielo y la recibimos por medio de la fe. Reconocemos nuestra necesidad. Tenemos hambre. Y comemos del Señor para llenarnos de la plenitud de aquel que todo lo llena en todo. Así lo expresa el himno:
 
Yo quisiera conocerte mucho más, ¡oh mi Señor!,
Y sentir tu amor inmenso derramarse por mi corazón.
 
En verdad, Señor, tu amor excede todo cuanto pueda imaginar,
Las riquezas de tu gracia son cual insondable mar.
Mas yo traigo mi pequeño vaso y lo lleno de tu bendición;
Y mi vida así se ensancha de tu misma plenitud, ¡oh, Dios!


       
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