“María ungió los pies de Jesús y los enjugó con sus cabellos”
“Marta servía”
“Judas (dijo): ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?” (Juan 12:2-4).
Lectura: Juan 12:2-8.
- Adorar a Dios.
- Servirle.
- Dedicarte a la ayuda social.
Vivimos en una sociedad secular. La religión es una cosa del pasado. No se piensa en Dios ahora, sino en el hombre. Lo importante es el respeto por la persona y sus derechos, la igualdad de género, la aceptación de marginados y la ayuda a los pobres y a las víctimas de desastres naturales. Está muy bien visto dar dinero a los pobres.
Muchas veces dentro de nuestras iglesias compartimos los mismos criterios del mundo. Nos sentimos muy bien levantando una ofrenda para ayudar a las víctimas del tsunami, pero si fuera posible tomar una ofrenda para comprar nardo para derramar sobre los pies de Jesús, ¿cuántos contribuiríamos? Es tan poco práctico… ¡Con las necesidades que hay en el mundo! Si alguien nos pregunta qué hacemos en la iglesia, hablamos con orgullo de nuestro proyecto de ayuda social, pero decir que nos juntamos para orar y adorar al Señor, esto nos da corte. Parece una pérdida de tiempo, porque los pobres son muy reales, pero Jesús nos parece una figura de la historia lejana. La adoración nos parece algo nebulosa en comparación con la ayuda social que es más concreta. ¡Qué bueno sería si pudiéramos decir: “Nuestra iglesia tiene un proyecto fabuloso: ¡Adoramos a Jesús”! La iglesia primitiva tenía fama de hacer precisamente esto.
No es cuestión de descartar a los pobres. El Señor Jesús tenía compasión de ellos. Por eso tenía una bolsa y había designado un encargado del equipo para dar a los pobres. Siempre tenemos ocasión para dar a los pobres, y debemos hacerlo, pero no fue la primera prioridad en aquel momento. 300 denarios repartidos entre 300 pobres habría dado a cada uno suficiente dinero para comprar comida para su familia para un día. ¡Jesús daba de comer a 5.000 con 5 panes y 2 peces y no le costó nada! Restar del Señor para dar a los pobres es muy limitado en sus efectos. El secreto de la obra social es darlo todo al Señor primero, como hizo el niño con su merienda, entonces el Señor multiplica aquella ofrenda de forma milagrosa. No es nuestro dinero lo que Él quiere, sino la devoción de nuestro corazón. María hizo la inversión más afortunada de todo el tiempo, y toda la historia: pagada en dividendos eternos. ¡Tuvo la oportunidad única de ungir al Hijo de Dios! ¿Cómo se puede comparar esto con dar de comer a 300? Por toda la eternidad estará cobrando de su inversión. Judas robaba del Señor y ella daba al Señor. Su ejemplo de esplendidez con Dios ha cundido en millones de millones de vidas a través de la historia, en personas que han dado todo al Señor y, como consecuencia, estas vidas han ministrado a los pobres de todo el mundo hasta el día de hoy. Primero, Él; después, servirle; y, en tercer lugar, la obra benéfica por amor a su nombre. Que tengamos nuestras prioridades en su orden debido.
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