“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apoc. 2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22).
Lectura: Mateo 13:9.
Vamos a presentar una manera de realizar el tiempo devocional que puede trasformar nuestras vidas. El propósito de leer la Palabra cada mañana es oír lo que Dios nos está diciendo. Para ello, tenemos que preparar nuestros corazones para oírlo. No es un método de estudio bíblico. El propósito no es aprender, sino oír lo que el Espíritu Santo quiere decirnos ahora mismo por medio de este pasaje. “Estad quietas, y conoced que yo soy Dios” (Salmo 46:10).
Prepara tu corazón para escuchar al Señor:
Respira unas veces profundamente. Abre tus manos para entregar al Señor tus preocupaciones, temores, deseos más profundos, necesidades más apremiantes, tus inquietudes. 1 Pedro 5:7 dice: “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”. (Ora brevemente). Ahora con estas mismas manos abiertas recibe su calma, paz, amor, perdón, dirección, consuelo y ayuda para ti. (Pasa unos momentos haciendo esto).
Pide al Señor la gracia de oír la Palabra como si fuera por primera vez.
Lee el texto en voz alta. Solo escucha la Palabra. No intentes analizarla. Deja que fluya sobre ti. Recibirás la impresión que el texto comunica. Deja un espacio pequeño para respirar en su presencia.
Vuelve a leer el texto en voz alta. Nota una palabra o frase que resalte, que parezca escogerte a ti, que te llame la atención, o te moleste, o te invite a meditar en ella. Dedica unos minutos a pensar en ello.
Vuelve a leer el texto en voz alta por tercera vez. Ora honestamente sobre la parte que te ha llamado la atención. Dile al Señor todo lo que estás pensando. Pregúntale lo que no entiendes. ¿Qué dudas surgen? Escucha su respuesta. ¿Qué te ofrece? ¿Qué quiere que hagas? ¿Qué te invita a recibir? ¿Hay algo que quiere que tú dejes? ¿Qué te quiere dar a ti? Pasa un tiempo conversando con el Señor en oración.
Lee el texto en voz alta una vez más y adora al Señor en silencio. Estate quieta unos minutos, solo adorando al Dios que te conoce y te ama.
En el nombre de nuestro Dios y Salvador, el Señor Jesucristo, amén.
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