“Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel…” (Hechos 4:8).
Lectura: Hechos 4:5-12.
¡El discurso de Pedro es brillante! Pedro y Juan acaban de sanar a un hombre cojo de nacimiento, un milagro innegable, y ¡fueron convocados a juicio por la buena obra que habían hecho! ¡Inverosímil! Fueron llevados ante los gobernantes, ancianos y escribas, el sumo sacerdote Anás, y Caifás, Juan y Alejandro y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes para ser interrogados: “Y poniéndoles en medio, les preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?” (4:7), la misma pregunta que habían hecho a Jesús. ¿Fue un poder maligno, o un poder procedente de Dios el que realizó el milagro? Pedro y Juan se encuentran rodeados por todos los gobernantes de Israel. La primera impresión que tenemos es que Pedro está al control. Dios los había convocado para oír el mensaje que Él tenía para los líderes de Israel y Pedro es su portavoz. ¡Esta es una encerrona organizada por Dios!
Pedro les contesta. El milagro fue hecho en el nombre de Jesús a quien ellos crucificaron y a quien Dios resucitó. Ellos están luchando contra Dios. Es más, Jesús es la piedra profetizada por aquellas Escrituras que ellos saben de memoria. Él resulta ser la pieza más importante del edificio que ellos deberían de estar construyendo: “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo” (4:11). Pedro se refiere al Salmo 118:22. Dios había encargado a los sacerdotes la edificación de un pueblo, un templo espiritual, para Él, y ellos intentaban derribarlo. ¡Su traición a la voluntad de Dios fue tan notoria que está profetizado en las Escrituras! Resulta que los que están en el tribunal de juicio son ellos, y no Pedro y Juan, ¡y son hallados culpables de luchar en contra de Dios!
Dios deshizo el mal que ellos hicieron, al resucitar a Jesús; y el edificio que ellos deberían estar levantando, Dios lo levantará en el mismo poder al que ellos se oponen, el poder del Espíritu Santo. La respuesta directa a su pregunta es que la potestad que sanó al cojo fue el poder del Espíritu Santo, y el Nombre en que los apóstoles hicieron el milagro fue en el de Jesús. La evidencia de que los sacerdotes son culpables de luchar contra Dios es doble: el hombre sanado y Pedro mismo. El hombre está delante de sus ojos, ¡milagrosamente sano!, en el nombre de Jesús, y Pedro, un hombre sin letras y del vulgo, ha sido transformado por el poder del Espíritu Santo en un orador de primera, capaz de refutar las mentes más inteligentes del país. Esta evidencia visible confirma la pretensión de los apóstoles de que, efectivamente, Jesús ha resucitado y está vivo.
Padre amado, te adoramos por cómo organizaste este encuentro para anunciar a todos los líderes religiosos de Israel que Jesús está vivo, que ellos son culpables de haber matado al Mesías y de destruir a la iglesia incipiente. Queda evidente desde el primer momento que la obra de Dios va a triunfar a pesar de todo lo que los líderes judíos puedan hacer en su contra. Alabado seas tú, oh Señor nuestro. Amén.
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