“… y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre” (Apoc. 1:12, 13).
Lectura: Apoc. 1:20.
El Señor Jesús tiene a las iglesias del mundo en su mano. En el libro de Apocalipsis manda una carta a cada una tratando las cosas buenas que tienen y lo que le desagrada de ellas. Diría lo que tienen que hacer para rectificar, y lo que le dará si cambian y vencen estas deficiencias. Si corrigen las lagunas, serán luz en este mundo, pero si no, el Señor quitará su candelero de su lugar y la iglesia dejará de ser iglesia y quedará como una mera organización humana.
¿Qué amenazas tiene que vencer la iglesia de hoy?
La iglesia de hoy se encuentra en una situación única, como todas las iglesias en todos los siglos pasados. Cuando Eva comió del árbol del conocimiento del bien y del mal en el Paraíso de Dios, no adquirió este conocimiento, porque solo se consigue por medio de la obediencia a Dios. Lo que consiguió en cambio era una confusión en cuanto al tema, confusión que ha persistido hasta el día de hoy, con el agravante que la sociedad presente ha rechazado la Palabra de Dios que define el bien y el mal y ha sustituido una legislación que decreta el bien y el mal desde el punto de vista humano. En su confusión, el hombre ha puesto las cosas al revés. A lo que Dios llama bueno, el hombre llama malo, y a lo que Dios llama malo el hombre llama bueno. Pero resulta que: “La ley de Dios es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos. El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre. Los juicios de Jehová son verdad, todos justos” (Salmo 19:7-9). La ley de Dios es perfecta, fiel, sabia, recta, pura y verdad; pero, si el hombre la rechaza, lo que pone en su lugar es defectuoso, inconsecuente, insensato, torcido, contaminado y equivocado. Y, en lugar de beneficiar al hombre, mejorarlo, hacerlo sabio, alegrarlo y darle entendimiento, la ley del hombre lo endurece en cuanto a Dios y lo hace necio.
Puestos a elegir, el cristiano se queda con la Ley de Dios y los demás se quedan con la ley humana. Esto resulta en un choque frontal, no solo de valores, sino de legislación. El cristiano no puede cumplir una parte de la legislación actual, porque contradice la Ley de Dios y viola su conciencia. Esto no solamente lo separa de la sociedad en que se encuentra, sino que lo podría sentenciar a multas o encarcelamiento. ¿Dónde queda la iglesia en este escenario? Bajo amenaza civil. Podría ser criticada, rechazada, censurada y multada más allá de sus recursos. Podría ser clausurada, cerrada y declarada ilegal. En tal caso, el Señor Jesús estaría mirando las elecciones que hace su iglesia y su postura en cuanto a la legislación que contradice Su Ley. Evaluaría su fidelidad. A cada iglesia local la felicitaría, si es consecuente con su Palabra y dispuesta a pagar el precio correspondiente, y la censuraría si no. Quitaría su candelero de su lugar y dejaría de ser iglesia. Se convertiría en institución humana, una extensión de la sociedad impía. Ya no sería “casa de Dios, y puerta del Cielo”. En vivo contraste, la iglesia victoriosa será la luz del mundo.
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