“Entonces, Jesús, mirándole, le amó y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!” (Marcos 10:21-23).
Lectura: Marcos 10:17-21.
¿Qué es lo que está impidiendo que me entregue a Jesús? Jesús identificó el obstáculo inmediatamente con el joven rico. Fue su dinero. Con otros, es otra cosa. ¿Hay algo que está impidiendo que yo siga a Jesús de todo corazón?
¿Qué hay que nos retiene,
De lo cual no podemos separarnos,
Que no permite que el Salvador tome
Posesión del corazón?
Ahora Señor, muestra el obstáculo,
Que tenemos tanto miedo de enfrentar;
Que todos consintamos saber
Lo que separa nuestras almas de Ti.
Escudriñador de corazones, en el mío
Manifiesta tu poder salvador;
Envía tu luz a sus rincones más oscuros,
Y atráeme con cuerdas de amor a Ti.
Charles Wesley, 1707
Pablo contó el coste y dijo: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Fil. 3:7, 8).
Jesús, habiendo contado el coste, preguntó: “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36).
Como dice el antiguo himno: “Nunca tendrás descanso ni dulce paz, ni serás bendecido hasta que le entregues [a Cristo] tu cuerpo y alma”.
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