“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo” (Lucas 9:23).
Lectura: Hechos 20:22-24.
Oh qué amarga la vergüenza y cuánta tristeza
Pensar que fuera posible que hubo un tiempo
Cuando dejé que la compasión del Salvador
Me rogase en vano, y le contesté con orgullo,
“Quiero todo de mí mismo, y nada de Ti”.
Sin embargo, me encontró; le contemplé
Desangrando, colgado en el maldito Madero,
Y le oí orar: “¡Perdónales, Padre!”.
Y mi corazón susurró débilmente:
“Quiero algo de mí mismo, y algo de Ti”.
Día tras día su misericordia tierna,
Sanando, ayudando, plena y libre,
Dulce y fuerte, y tan paciente,
Me rebajó; mientras tanto susurré:
“Menos de mí mismo, y más de Ti”.
Más alto que el alto cielo y
Más profundo que el profundo mar,
Señor, Tu amor por fin me ha conquistado;
Concédeme ahora el deseo de mi alma:
“Nada de mí mismo, y todo de Ti”.
Theodore Monod, 1836-1921
La vida de entrega total es ejemplificada por Pablo que expresa el propósito de su vida en las siguientes palabras: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos lo que somos perfectos, esto mismo sintamos… Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros” (Fil. 3:13-15, 17). Es la vida que describe Pablo, la de estar crucificado con Cristo, en la cual ya no queda nada de la vieja vida, toda ella está clavada con Cristo en la Cruz y el único deseo que tenemos es agradar a Dios y hacer su voluntad.
Copyright © 2023 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.