DIOS NOS HABLA

 

“Y los bendijo Dios, y les dijo: …” (Génesis 1:3).
 
Lectura: Génesis 1:28-30.
 
            Esto fue la primera cosa que Dios dijo al hombre y nos ha estado hablando desde entonces. La Biblia empieza con Dios hablando y termina con Dios hablando. El Nombre del Señor Jesús es “El Verbo”, o “La Palabra” en otras versiones. Hablar es parte de la naturaleza de Dios. Para mantener cualquier relación las dos partes tienen que comunicarse. Uno habla y el otro responde, y viceversa. No hay ningún versículo en la Biblia que diga que Dios ha dejado de hablar. Dios no cambia. La parte que puede fallar es la nuestra. Jesús siempre decía: “El que tiene oídos para oír, oiga” (Mat. 13:9). Podemos prestarle oídos sordos, o no; podemos no estar preparados para oírle, o no reconocer su voz, o confundir su voz con lo que queremos oír, o con la voz del enemigo, o con la voz de otra persona. Por esto conseguir reconocer la voz de Dios es todo un aprendizaje.
 
            La historia de Samuel es ilustrativa (1 Sam. 3:2-10). Al principio Samuel confunde la voz de Dios con la de Elí. Tuvo que ser instruido, pero aprendió rápido. Respondió con la frase: “Habla porque tu siervo oye” (1 Sam. 3:9). Esto significa que Samuel estaba preparado para oír con la intención de prestar atención y obedecer. Recordemos que él estaba en la presencia del Señor en el templo. Nosotros tenemos que aquietarnos y estar en la presencia de Dios para oír su voz. Tenemos que estar pendientes y con una actitud de reverencia y la disposición de obedecer (Is. 50:4-7).
 
            Si queremos estar en condiciones para oír la voz de Dios podemos cantar en voz alta un himno de adoración. O podemos leer las Escrituras y estar meditando en ellas. O podemos estar en un culto en que la presencia de Dios se manifiesta. O podemos estar orando en voz alta, o trabajando, o durmiendo, o en casa con nuestra rutina diaria meditando en la Palabra de Dios. Muchas veces cuando estamos orando con otra persona oímos la voz de Dios. Se crea el ambiente en que Dios habla. Empezamos el día con el Señor y una de las cosas que hacemos es oír y pedir instrucciones para el día. Apuntamos las cosas y las vamos haciendo a lo largo del día. Esta es la vida normal del creyente. No es una experiencia mística. A veces sí que hay experiencias extraordinarias, como las que cita el apóstol Pablo. Él compartió algunas y reservó otras para sí mismo. No eran motivo de jactancia u ocasiones para llamar la atención de sí mismo. Siempre recibimos estas comunicaciones de parte del Señor con humildad.
 
Muchas veces cuando Dios nos habla es para corregirnos. Estas palabras suyas nos llevan al arrepentimiento. Otras veces es para darnos instrucciones. Estas son para que las obedezcamos. Muchas veces nos manda hacer algo que no nos apetece, pero lo hacemos como siervos obedientes. Otras palabras suyas sirven para cambiar nuestra actitud cuando no es la correcta. Cuando una persona dice: “Dios me ha dicho”, significa que lo tenemos que examinar a ver si es cierto. Si no está de acuerdo con la Palabra de Dios, desde luego, no es la voz de Dios. Si profetiza algo que no ocurre, es falso y hemos de reprenderle. Dios nunca dice nada absurdo. Lo que dice concuerda con su carácter, es sabio y provechoso. Poco a poco vamos aprendiendo. Vamos profundizando en la relación con Él por medio de su Palabra, la personal y la escrita, que es la que nunca falla.  


  
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