LA CRUZ SANGRIENTA

 

“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:5;6).
 
Lectura: Romanos 6:1-7.
 
            ¡Que nunca perdamos el asombro de la cruz! ¡Que nunca llegue el día en que pensamos que ya sabemos todo lo que hay que saber sobre ella! Es lo más profundo de todas las Escrituras. Es insondable. Es el lugar del perdón de mi pecado; hay uno que pagó mis deudas. Es el lugar de la sanidad de mis heridas: “por su llaga fuimos nosotros curados”. Es donde llevo mis heridas abiertas, las arrimo a las suyas y la infección fluye de las mías a las suyas y encuentran sanidad. Es el lugar donde perdono a los que me han hecho daño; Él también pagó por el pecado de mis agresores y sufrió por lo que me hicieron. El pecado de ellos, al igual que el mío, ha sido pagado. Por tanto, no les exijo a ellos el pago. Puedo perdonar sabiendo que justicia ha sido hecha.   
 
La cruz sangrienta al contemplar,
Do el Rey de gloria padeció,
Riquezas quiero despreciar
Y a la soberbia tengo horror.
 
Mi gloria y mi blasón será
La cruz bendita del Señor,
Y lo que di a la vanidad
Se lo dedico con amor.
 
Sus manos, su costado y pies
De sangre manantiales son,
Y las espinas de su sien
Mi aleve culpa las clavó.
 
Cual vestidura regia allí
La sangre cubre al Salvador,
Y pues murió Jesús por mí,
Por Él al mundo muero yo.
 
¿Y qué podré yo darte a Ti
A cambio de tan grande don?
Todo es pobre, todo ruin,
Toma ¡oh Dios! Mi corazón. 
 
  
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