“El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará, porque en parte conocemos, y en parte profetizamos” (1 Corintios 13:8, 9).
Lectura: 1 Cor. 13:2.
La vida cristiana es un gran aprendizaje. Nunca terminamos de aprender, y nunca terminamos de cambiar, o, mejor dicho, de ir cambiando por el poder de la Palabra y la ministración del Espíritu Santo, pero algunas de las cosas más fundamentales tardamos más en verlas. Aquí están algunas de las mías:
- No adelantamos nada discutiendo sobre doctrina.
¿Cuándo es la última vez que hemos terminado una discusión doctrinal con la otra persona diciendo: “Tienes toda la razón. Voy a cambiar mi doctrina y creer lo que tú crees? Nunca. Cada uno se empecina en sus propias ideas y se distancia más del otro. En lugar de fomentar la comunión entre creyentes, crea barreras. Además, la entrada en el cielo no es por medio de un examen doctrinal. Es por conocer al Señor (Mat. 7:21-24).
2. Nadie se salva por tener la doctrina correcta, sino por haber nacido de nuevo y sido regenerado por el Espíritu Santo.
Esto nos lleva a la segunda cosa. Dos personas pueden tener exactamente la misma doctrina y una ser salva y la otra no, porque la otra nunca ha recibido el Espíritu Santo que se evidencia por una vida de pecado. Hacer una profesión de fe no salva a nadie. Leer una oración escrita por otra persona tampoco, si no va acompañada del arrepentimiento producido por el Espíritu Santo y la regeneración efectuada por Él que conduce a una vida santa (Heb. 12:14).
3. El propósito de la iglesia es evangelizar, discipular a los nuevos convertidos y enseñarlos a evangelizar.
La iglesia no es una escuela bíblica, ni es un grupo cerrado que solo se edifica a sí mismo. Tampoco es una institución social, ni una ONG, aunque participe de todas estas cosas. Atiende a pobres y edifica a los santos, pero lleva a otros al Señor y los prepara para evangelizar para que ellos se conviertan y hagan lo mismo.
4. La unidad es una cosa que el Espíritu Santo hace; los que tenemos el Espíritu Santo estamos unidos, no importa la denominación.
El Espíritu Santo no puede unir a personas que no tienen el Espíritu Santo, valga la redundancia. Jesús oró para que fuésemos uno, y esta unidad viene por tener su Espíritu: “Guardad la unidad del Espíritu” (Ef. 4:1-6).
5. El amor es más importante que la doctrina.
“El conocimiento envanece, pero el amor edifica” (1 Cor. 8:1). “Si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy” (1 Cor. 13:2). Cada cosa en su lugar y lo más importante es el amor.
6. El carácter cristiano es más importante que el conocimiento bíblico.
La finalidad del conocimiento bíblico es la obediencia a la Palabra que transforma el carácter mediante la obra del Espíritu para que seamos como Cristo. El creyente duro, antipático, sin compasión, egoísta, informal e impresentable todavía está en párvulos en la fe (2 Pedro 1:4-11). ¡Espero que los demás no tarden tanto en aprender estas cosas como he tardado yo!
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