LA EVIDENCIA

 

“Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2 Corintios 13:5).
 
Lectura: 2 Cor. 12:20-21 y 13:2-4.
 
            Con razón Pablo les dice a estos corintios que se examinen para ver si están en la fe, porque no se someten a su autoridad y están consintiendo al pecado en la congregación. Son dos motivos para dudar de que realmente sean creyentes, y lo mismo es cierto de nosotros. Si no nos sometemos a la enseñanza del apóstol Pablo y si practicamos la inmoralidad, o la consentimos en nuestra iglesia, hay motivo para dudar si realmente conocemos al Señor. En cuanto a ellos Pablo dice: “Cuando vuelva”, teme encontrar “que no se han arrepentido de la inmundicia y fornicación y lascivia que han cometido” (12:21). Han cometido pecados sexuales y se emborrachan sin sentir ni siquiera remordimiento. Para ellos la inmoralidad y la borrachería son normales.
 
            Pablo se ha sometido al examen y ha aprobado el test. Su vida está llena de evidencia de que conoce al Señor. Su amor por ellos, su paciencia delante de su obstinación, y su humildad frente al orgullo de esta congregación es evidencia suficiente de que Cristo vive en él. Su actitud es ejemplar: “Por esto os escribo estando ausente, para no usar de severidad cuando esté presente, conforme a la autoridad que el Señor me ha dado para edificación, y no para destrucción” (13:10). Pablo los corrige, porque los ama. Ha soportado mucho de esta congregación, pero todavía es capaz de escribir palabras como estas: “Es cierto que (Jesús) fue crucificado en debilidad, pero ahora vive por el poder de Dios. De igual manera, nosotros participamos en su debilidad, pero por el poder de Dios viviremos con Cristo para ustedes”, o sea, para serviros (13:4, NVI). Nadie puede tener esta actitud fuera de Cristo. Los abandonarían como imposibles. “El amor …todo lo sufre, todo lo cree, todo los soporta. El amor nunca deja de ser” (1 Cor. 13:7, 8), y este amor solo puede ver del Espíritu Santo. 
 
            ¿Cómo sabemos que realmente somos de Cristo, que hemos sido convertidos de verdad? Por las actitudes que tenemos. Actuamos con humildad. Usamos nuestra autoridad para edificar a otros, no para aplastarlos. Tenemos paciencia con su tozudez. Procuramos su bien, aunque ellos hablen mal de nosotros. Como padres, corregimos a nuestros hijos para su bien, aunque ellos piensen que somos malos padres como consecuencia. Nuestra motivación es poder presentarlos delante del Señor aprobados. Somos los siervos de nuestros hermanos por amor a Cristo. El amor, la paciencia, la humildad y el servicio abnegado dan evidencia de que realmente conocemos al Señor. Tenemos las actitudes manifestaban el Señor Jesús. Vivimos para beneficiar a otros y glorificar a Dios, no para avanzar nuestra propia causa. Cuando nos sacrificamos por otros, es evidencia de que somos de Cristo, porque esto es lo que Él hizo: se sacrificó por nosotros.      


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