“Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de Abraham” (Lucas 19:8, 9).
Lectura: Lucas 19:1-7, 10.
Zaqueo se salvó por la fe, igual que Abraham, pero la fe de Abraham se manifestó por las obras. Si no hubiese salido de Ur en obediencia a Dios, no habría tenido fe, y no se habría salvado. La fe que salva persevera y produce obras (Rom. 4:18-22 y Santiago 2:20). En el caso de Zaqueo, el estafador, su fe se manifestó en la restauración de lo robado. Creer en Jesús como el Mesías y no devolver el dinero robado no lo habría salvado. Y creer en Cristo como nuestro Salvador sin el arrepentimiento tampoco salva. Y si nos arrepentimos de nuestro pecado, sin rectificar lo malo que hemos hecho, sin confesarlo al damnificado y pedirle perdón, quebrantados, dándonos cuenta de cuánto daño le hemos hecho, no conseguimos el perdón de Dios. Si Zaqueo hubiese dicho: “Borrón y cuenta nueva… pasamos página… ahora empiezo una nueva vida, la vieja ha desaparecido”, sin restaurar lo del pasado, no habría sido salvo. El que procede de esta manera no es nuestro hermano y no tenemos comunión con él.
Nosotros tenemos la obligación de perdonar, aun si el otro no pide perdón, pero esto no restaura la comunión, porque solo hay comunión cuando los dos están andando en la luz (1 Juan 1:8). No restaurar es seguir caminando en las tinieblas.
Hay veces en que es imposible restaurar lo robado. Si una mujer te ha quitado el marido y ahora tiene hijos con él, ¿cómo te puede restaurar lo robado? Si un hombre te ha violado y robado tu virginidad, ¿cómo te restaura la dignidad? ¿Qué forma tiene la restauración en estos casos?: si te han robado la herencia y la han gastado; si te han robado la familia, al marido y los hijos, y lo han casado con otra mujer y ya tienen hijos; si te han calumniado y te han robado la reputación de forma que nadie te emplea; si te han metido en la cárcel durante años bajo cargos falsos; si te han deportado de tu país y ahora no puedes volver; si te han maltratado brutalmente durante años y dicen que son creyentes; si su comportamiento te ha escandalizado tanto que te ha quitado la fe y te fuiste al mundo durante años y estropeaste tu vida y ahora vuelves; si te han dado un trauma de por vida, entonces qué? Tú has de perdonar (Mateo 6:14, 15) y dejarlo con Dios que hará justicia: “Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Rom. 12:19). Y el que ha robado, ¿qué? Es imposible que él te lo restaure en estos casos, pero si dice que se ha arrepentido y no te viene confesando quebrantado el destrozo que ha hecho de tu vida, su arrepentimiento es falso. Dios no lo ha perdonado. Permanece en su pecado.
El arrepentimiento es ante Dios y ante el ofendido (1 Juan 1:9 y Mat. 5:23, 24). Solo si la persona ha confesado su pecado a Dios y al ofendido, si se ha arrepentido de corazón, si ha cambiado y ahora no es la misma, si ha restaurado en lo posible, solo en este caso hay una restauración de la relación que hace posible la comunión. Si no, tú perdonas y dejas el caso en manos de Dios, y tendrás paz.
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