“Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que traducido quiere decir, Dorcas. Ésta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía. Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió” (Hechos 9:36, 37).
Lectura: Hechos 9:36-43.
Cuando Dorcas murió se produjo la escena que a todos nos gustaría que acompañase nuestra partida: está rodeada de mujeres creyentes que la aman, todas llorando. No querían perderla. Ella era una mujer que servía a la iglesia atendiendo a las necesidades de las viudas. Cuando los discípulos oyeron que Pedro estaba en un pueblo cercano mandaron a dos hombres a ir a buscarlo ¡para que viniera para resucitarla! Hasta los hombres estaban afligidos por la muerte de Dorcas. No creían que las mujeres eran unas exageradas por su duelo, sino que ellos también lo estaban. Se solidarizaron con las mujeres. Ellos mismos amaban a Dorcas. Toda la iglesia estaba de luto. Ella fue una mujer sencilla y toda la iglesia estaba de duelo. Se ve la unidad de la iglesia, el amor, y la fe en que, con Dios, todo es posible.
Pedro tampoco menospreció la muerte de esta mujer. Vino con los dos hombres en seguida. Encontró a todas las mujeres llorando y mostrándole las túnicas que Dorcas les había hecho. Pedro sacó fuera a todos y se puso de rodillas para orar. Lo que oró no está registrado en las Escrituras. Seguramente el Señor le mostró lo que tenía que hacer. “Volviéndose al cuerpo, dijo: Tabita, levántate”. No pidió que Dios la levantara; lo hizo él. Pedro sabía que era la voluntad de Dios que esta mujer volviese a la vida y la mandó levantarse: “Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó”. Pedro fue el instrumento humano al llevar a cabo la voluntad de Dios. Su fe estaba a la altura de la situación.
“Y él, dándole la mano, la levantó; entonces, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva”. ¡La alegría de todos no tendría límites! ¡Y todo esto por una sencilla mujer! La iglesia entera afligida, la venida de Pedro y un gran milagro, todo fue magnífico. Como resultado muchos se convirtieron en Jope. Esta mujer logró más conversiones con su muerte que no con su vida, pero si no hubiese sido una persona tan dada a servir a los demás, nada de esto habría ocurrido. El testimonio de una sencilla mujer movió tierra y cielos y llevó a muchos a Cristo.
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