“Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tito 2:3-5).
Lectura: Mateo 5:14-16.
Dios pide a la mujer que respete y guarde la Palabra de Dios.
“Para que la palabra de Dios no sea blasfemada” por el mundo. Tenemos que ser de fiel testimonio en el mundo, si no, la gente blasfemará la Palabra de Dios; perderá el respeto por ella. Los que nos conocen han escuchado nuestro testimonio. Ahora nos están mirando para ver si nuestra vida concuerda con nuestra profesión de fe. Observan nuestro matrimonio. ¿Dominamos sobre nuestro marido? ¿Lo manipulamos? ¿Lo criticamos en público? ¿Hacemos lo que nos parece sin tener en cuenta sus planes? ¿O lo tratamos con respeto, aprecio y agradecimiento? ¿Acoplamos nuestros planes para que encajen con los suyos? Si vamos a ser de buen testimonio, la gente tiene que ver una buena relación entre los dos en la que ninguno anula al otro, sino que se potencian mutuamente y están felices juntos. Si el marido no es creyente, la esposa todavía tiene que estar sujeta a él por amor al testimonio. El Señor le dará la ayuda que ella necesita para obedecer este mandato tan difícil. La gente verá cómo se complementan y quedará impresionada. Los más avispados se darán cuenta de que Dios es real, que la Palabra de Dios es vigente, porque lo verán en nuestras vidas.
“Para que la palabra de Dios no sea blasfemada” por nosotras. Otra acepción de esta frase es: si no obedecemos las Escrituras en esta enseñanza concreta, las estamos blasfemando, o sea, despreciando, mostrando que no valen, que no son válidas para esta generación, insinuando que son anticuadas, ridículas, y que es una idea estúpida someterse al marido, que la Biblia está desfasada. El incumplimiento de las Escrituras no solo es un mal testimonio, es una bofetada a Dios, tratando su Palabra como absurda. Rehusamos obedecerla. Nos rebelamos. La expresión del apóstol es muy fuerte.
Las ancianas tienen una responsabilidad muy grande no solo en comportarse de manera que ejemplifique el Evangelio en la práctica, y concretamente esta porción de las Escrituras, sino que también tienen que enseñar a las jóvenes a hacer lo mismo. Su ejemplo será importante para mostrar cómo se ha de comportar la mujer cristiana, no solo para servir de modelo para las mujeres jóvenes, sino también para dar testimonio de la eficacia del Evangelio en la práctica, y para ayudar a las jóvenes a hacer lo mismo. De esta manera su vida es una luz en un mundo oscuro y también serán lumbreras las mujeres a que las ancianas enseñen. Por medio de ellas se encenderán muchas luces en la sociedad, ¡y muchos maridos estarán contentos! Las familias funcionarán, los niños cosecharán el beneficio de tener familias estables y esto les dará seguridad, y, por último, la Iglesia tendrá familias fuertes y unidas. Todos juntos como Iglesia impactaremos a una sociedad que necesita la luz de la Iglesia, ver familias que funcionan y niños felices. Entonces, en lugar de ser blasfemada la Palabra de Dios, será respetada, como el mensaje que el mundo necesita.
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