“Que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tito 2:3-5).
Lectura: Col. 3:18-24.
Puedo decir a modo personal que esta enseñanza funciona. Si nosotras como mujeres cristianas nos sometemos a estas instrucciones a rajatabla, por amor al Señor que nos compró con su sangre, y de pura devoción a Dios, salvaremos a nuestros matrimonios. Si están en crisis, esta es la fórmula para restaurarlos. Son las instrucciones del Diseñador del matrimonio desde el principio, desde el Huerto de Edén, para que el matrimonio humano sea reflejo de la realidad celestial, de la relación entre el Padre y el Hijo, relación que funciona de maravilla, aunque a veces hay tremendo sufrimiento y coste a pagar. El Padre pagó el máximo precio al enviar a su Hijo, y el Hijo pagó el máximo precio al entregar su vida.
El matrimonio no funcionará si el marido es áspero y obliga a su mujer a someterse. Esto solo llevará al resentimiento de la mujer y a la afirmación del “YO” en el marido, y no contribuirá nada al propósito del matrimonio que es la santificación de ambos (1 Cor. 7:14a). No santifica a la mujer (Ef. 5:26), ni hace que el marido sea más como Cristo, sino todo lo contrario, más parecido al enemigo de Cristo quien afirmó su propio ego y quiso suplantar a Dios (Is. 14:13, 14). Si la mujer misma se anula, esto tampoco hace que el matrimonio funcione, porque se deprimirá. Un hombre con una mujer anulada es un matrimonio de uno solo. La mujer beneficia más a su marido cuando ella está realizada, sirviendo a Dios al lado de su marido en la formación de sus hijos y la utilización de sus dones. Si ella está feliz, el marido estará feliz, a no ser que pase olímpicamente de ella; en tal caso, ella se santificará, pero él, no (1 Cor. 7:14a). Cristo no pasa olímpicamente de su Iglesia.
Es verdad. Si la mujer obedece la enseñanza de las Escrituras en cuanto a la mujer, pero el marido no, el Señor todavía salvará a su matrimonio en la mayoría de los casos, a no ser que el marido sea abusivo y que una separación sea necesaria para guardar la integridad física de la mujer y los niños (1 Cor. 7:10, 11). La mujer dará cuentas a Dios por su cumplimiento de las Escrituras, pero no es responsable por la sumisión de su marido a ellas. Ella puede estar feliz al agradar al Señor con su obediencia, aunque el marido no lo haga, pero en tal caso, ella no tiene que sentirse culpable si la relación no prospera por culpa de su marido. Dios verá el corazón de ella y la amará, la llenará y la compensará por cumplir con su parte, y puede tocar el corazón de su marido debido a la fidelidad de ella (1 Pedro 3:1). Esta es su esperanza, y la esperanza en Dios nunca es defraudada.
Es hermoso complacer al Señor, aunque nos cueste. Dios no es deudor de nadie. Él bendecirá a la mujer obediente y bendecirá a su marido por amor a ella, y a sus hijos. Su marido estará feliz en todo caso porque tendrá a una mujer prudente, casta, cuidadosa de su casa, buena, y sujeta a él. Y entonces ¡es muy difícil que el matrimonio no funcione!
Copyright © 2023 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.