NO JUZGAR[1] (1)

“No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido” (Mat. 7:1-2).

Lectura: Mateo 7:1-5.

El tema que nos ocupa es complejo. Por un lado, no hemos de juzgar, pero por otro, sí. El Señor empieza por decir que Dios nos juzgará por el estándar que utilizamos con otros. Si somos duros e implacables, Dios lo será con nosotros. Si tenemos unas normas para nosotros y otras más exigentes para otros, Dios nos juzgará con las que tenemos para otros. Por lo tanto, tengo que preguntarme si acepto en mí misma lo que condeno en otros. Si veo un fallo en otra persona, primero he de corregir el que tengo en mí misma, porque esto me ayudará a corregir el fallo que veo en el otro. Si trato primero la viga en mí ojo, quitaré la paja en el ojo ajeno con más compasión y entendimiento; le haré un favor, pero si la quito bruscamente, le haré daño.

¿No juzgar significa no tener criterio? En absoluto. Juan el bautista juzgaba a los fariseos. Les llamaba una “generación de víboras”. El Señor Jesús los llamaba “sepulcros blanqueados”, por fuera blancos, pero por dentro podridos. El Señor refería a Herodes como “aquel zorro astuto”. Entonces, ¿qué significa el no juzgar? Significa discernir, sí, pero condenar, no. Es vital discernir lo que está bien y lo que está mal, pero no condenamos a la persona. Puede ser que se arrepienta. Discernimos los falsos maestros, pero no los condenamos. Siempre pueden cambiar. Muchos fariseos se convirtieron. Dejamos la condenación en manos de Dios.

En tiempos de Jesús las personas que juzgaban y descalificaban eran los fariseos. Eran una secta estricta, legalista, dentro del judaísmo. Se centraban en cumplir la ley y otras normas que inventaron ellos. Aplicaban la ley con rigidez. Eran exigentes. Se veían mejores que otros, y se enorgullecían de ello. Creían que ellos eran los puros y juzgaban y condenaban a los demás. Creían que ganaban la aprobación de Dios por cumplir con su sistema religioso compuesto por muchas normas y que así se salvarían. Los fariseos juzgaron a Jesús, lo condenaron y lo mataron. Hoy día los perfeccionistas que son religiosos participan de esta misma mentalidad. Van por la vida juzgando y condenando. Algunos son cristianos y realmente conocen a Cristo, pero piensan que la manera de crecer en la fe es por cumplir a rajatabla la Palabra de Dios. No han entendido bien la gracia de Dios. 

La única manera de quedar bien con Dios es humillarnos, confesar nuestros pecados, quebrantarnos y reconocer cómo somos delante de Él, y pedir perdón, y Dios te perdona, porque Cristo murió por ti: “Al corazón contrito y humillado no lo despreciarás tú, oh Dios” (Salmo 51:17). Dios puso tus pecados sobre Él, Él los pagó. Cristo murió como tu Sustituto. Cuando tú lo crees de corazón, Dios te perdona y te acepta como su hijo y eres salvo de la ira de Dios, acogido en Cristo.


[1] Charla que di a una reunión de mujeres en la Iglesia Evangélica de Esparraguera, sábado 12/11/22.

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