EL EVANGELIO DEL REINO (10)

“Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo” (Mateo 13:24).
 
Lectura: Mateo 13:24-30.
 
La parábola del trigo y la cizaña, la del grano de mostaza y la de la levadura probablemente fueron enseñadas a continuación de la del sembrador, mientras Jesús todavía estaba en la barca. El Señor habría dado la explicación a los discípulos en otro momento. La parábola de la cizaña tiene mucho en común con la del sembrador. Las dos hablan de la siembra, el sembrador, un campo, la semilla, el crecimiento y la cosecha. La cosecha en ambas parábolas tiene enemigos y finalmente acaba en el granero del dueño. Las dos parábolas enseñan la misma verdad: que el grano crece lentamente y no se ve la cantidad hasta el día final. Las dos sirven para hablarnos de cómo es el reino de Dios ahora. Las dos enseñan que el reino hoy está en pleno desarrollo; ahora no está en su estado definitivo. La grandeza de la cosecha solo se verá al final cuando se limpie bien el campo. Mientras tanto el campo es una mezcla en que la auténtica obra de Dios convive juntamente con las falsificaciones diabólicas. El trigo auténtico está mezclado con lo que solamente aparenta serlo. Los que son verdaderos creyentes están mezclados con personas que pretenden serlo, pero no lo son.
 
En las dos parábolas el campo tiene enemigos que intentan destruir la cosecha. En la del trigo y la cizaña, el enemigo es claramente identificado: “Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? Él les dijo: “Un enemigo ha hecho esto” (13:27-28). En la parábola del sembrador la calidad del corazón determina la productividad de la buena semilla. El sembrador está sembrando solo, pero en la parábola del trigo el dueño tiene muchos criados. Las instrucciones dadas a los siervos son una novedad: de no arrancar la cizaña hasta el día de la cosecha: “Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? Él les dijo: No, no sea que, al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo” (13;29). Esta se arranca antes de proceder con la cosecha del trigo. En la parábola del sembrador, la semilla que cae en mala tierra se echa a perder, pero, en la del trigo y la cizaña, la cizaña acaba en el fuego mientras que el trigo acaba en el granero del dueño: “Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero” (13:30). Esta parábola establece con más claridad los dos destinos finales después de la cosecha.
 
En el día de la cosecha, primero se separa la cizaña del grano. La semilla de la cizaña se parece mucho a la semilla del trigo, pero es de color gris pizarra y es tóxica. Produce mareos y náuseas y tiene un efecto narcótico. Hasta un poquito tiene un gusto amargo y desagradable. Si no se separa puede intoxicar a la gente. ¡Aquí hay mucho que se puede aplicar a los que parecen ser creyentes, pero no lo son! Esta es la separación que tomará lugar al final de la historia en el día del juicio. El Mesías “recogerá su trigo en el granero y quemará la paja con fuego inextinguible” (Lu. 3:17).      

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