“… que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí” (1 Corintios 15:3-8).
Lectura: 1 Corintios 15:1,2, 12-20.
Aquí tenemos el resumen de las apariciones del Señor Jesús después de su resurrección. Notemos el énfasis en que tanto la muerte de Cristo como su resurrección fueron profetizadas y ocurrieron en cumplimiento de las Escrituras. La expresión: “conforme a las Escrituras” aparece dos veces en este breve texto. Todo fue planeado de antemano y ocurrió “por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios”, como dijo Pedro en el día de Pentecostés.
Notemos también que todos los mencionados en las apariciones del Señor son hombres. Esto es porque solo los hombres fueron reconocidos como testigos válidos según la ley.
Y la tercera cosa que notamos es que el Señor Jesús resucitado apareció a 500 personas a la vez, la mayoría de los cuales estaban todavía vivos al tiempo en que Pablo estaba escribiendo y podían verificar la verdad de lo que el apóstol estaba diciendo. Aparecer a 500 personas a la vez es una prueba irrefutable. 500 personas no van a ver la misma visión o soñar el mismo sueño a la vez. Todos los 500 estaban convencidos de la veracidad de lo que estaban viendo. Era real. Era Jesús. No era un espíritu, sino Él mismo, vivo, después de haber estado muerto.
No hay duda en cuanto a su muerte. Los soldados romanos encargados de la crucifixión sabían si un hombre estaba vivo todavía o muerto. Habían comprobado su muerte metiendo la lanza en su costado. Salió sangre y agua. José de Arimatea y Nicodemo habían preparado el cuerpo para su sepultura. Estaba bien muerto. Ellos tuvieron un papel muy importante en la resurrección. Normalmente, los cuerpos de los crucificados eran tirados a la fosa común, cosa que habría hecho que la resurrección fuera más difícil de comprobar, pero, porque ellos pidieron a Pilato el cuerpo del Señor y lo pusieron en un sepulcro nuevo, fácilmente se podía comprobar si estaba presente o si se había desaparecido.
Los soldados también tuvieron un papel importante. Sería motivo de pena de muerte dejar que los discípulos viniesen de noche y robasen el cuerpo. No era posible que lo hicieran con la guardia presente. Además, los discípulos estaban con tanto miedo que ni habrían intentado hacerlo. Y si lo hubiesen hecho, los enemigos habrían encontrado el cuerpo. Los discípulos no entendían que Jesús iba a resucitar, mucho menos iban a hacer ver que había ocurrido. No esperaban la resurrección, ni les interesaba fingirla. Tampoco entendían el significado de la resurrección, ni las profecías en cuanto a ella. Ni siquiera cuando vieron al Jesús resucitado lo creían hasta que Jesús no les convenció que era Él de verdad. Todo lo que hicieron los enemigos de Jesús para asegurar que nadie creyese que Jesús hubiese resucitado solo ha servido para confirmar la veracidad de la resurrección. Incluso la incredulidad de los discípulos da una nota de realismo al evento. La evidencia es abrumadora.