“Acontecerá en los postreros tiempos que el monte de la casa de Jehová será establecido por cabecera de montes, y más alto que los collados, y correrán a él los pueblos” (Miqueas 4:1).
En Miqueas tenemos otro profeta más que concuerda con todo lo que hemos estado viendo en Zacarías. En la actualidad el monte del Templo en Jerusalén no es el más alto del mundo, pero Miqueas afirma que un día será prominente. El retorno de Cristo en gloria irá acompañado de cataclismos, terremotos y cambios geográficos: “Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente; y el monte de los Olivos se partirá por en medio, hacia el oriente y hacia el occidente, haciendo un valle muy grande, dejando el templo muy alto. Y vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los santos” (Zac. 14:4, 5). Habrá cielos nuevos y tierra nueva. Como hemos visto, Pedro hace referencia a este gran día y cita Isaías: “El día del Señor vendrá como ladrón en la noche, en el cual los cielos pasarán con gran estruendo, y los elementos ardiendo serán desechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas… ¡En el día de Dios los cielos, encendiéndose, serán desechos, y los elementos siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas [Is.65.17-19 y 66:22] cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:10-13). En un mundo cada vez más turbulento hacemos bien en siempre tener presentes estas promesas.
Miqueas escribe: “Vendrán muchas naciones, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y andaremos por sus veredas; porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová” (Miq. 4:2). Isaías concuerda: “Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos a monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Concuerda también con Zacarías: “Y todos los que sobrevivieron de las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán (a Jerusalén) de año en año para adorar al Rey, a Jehová de los ejércitos” (Zac. 14:16).
Miqueas dice: “Y él juzgara entre muchos pueblos, y corregirá a naciones poderosas hasta muy lejos, y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra” (Miq. 4:3). Isaías dice lo mismo: “Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Is. 2: 3, 4). Lo mismo dice Zacarías: “Y de Efraín destruirá los carros, y los caballos de Jerusalén, y los arcos de guerra serán quebrados; ha hablará paz a las naciones, y sus señorío será de mar a mar, y desde el río hasta los fines de la tierra” (Zac. 9:10).
“Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, no habrá quien los amedrente; porque la boca de Jehová de los ejércitos lo ha hablado” (Miq. 4:4). Lo mismo dice Zacarías: “En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, cada uno de vosotros convidará a su compañero, debajo de su vid y debajo de su higuera” (Zac. 3:10).
¡Los profetas están de acuerdo! Será un día glorioso para judíos y gentiles que aman al Señor cuando venga el Mesías a reinar. Nuestra esperanza es brillante.