LA ÉTICA DEL SERMON DEL MONTE (1)

“Vosotros sois la luz del mundo… Así que alumbre vuestra luz delante de los hombres” (Mat. 5:14-16).
En un día de oscuridad moral, la vida ética de un creyente brilla como faro en la noche. Hoy día no todos “ven vuestras buenas obras, y glorifican a vuestro Padre que está en los cielos” (v. 16), ¡sino que te tachan como xenófobo!, o te acusan de una conducta que incita al odio, porque vivimos en una sociedad que ha rechazado la ética del Sermón del Monte. Ser luz requiere mucha valentía. Que el Señor nos dé fuerza y compasión, que seamos irreprensibles y sin mancha “en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo” (Fil. 2:19).
Jesús apoya la ética del Antiguo Testamento, no es más permisivo, sino que pide más de sus seguidores: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas” (v. 17). Vino a cumplir la ley ceremonial de sacrificios por el pecado, siendo él mismo el definitivo sacrifico para quitar el pecado, pero la ley moral no la anula. Los Diez Mandamiento siguen en pie. Él empieza interpretándolos, y no solo los refuerza, ¡exige más! “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; pero yo os digno que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio” (v. 21, 22). No solo no puedes matar, no puedes odiar. Aquí es donde empezamos a chocar con nuestra sociedad que aprueba el aborto y acepta cada vez más la eutanasia. La ley de Dios está en contra de las dos cosas. Abortar es matar, no importa como lo razonamos. Aborto, cero. Lo mismo con la eutanasia. Respetamos la vida. Dios la dio y Dios la quitará.
La Ley de Dios es absoluta. No contesta preguntas como: “¿Qué pasa si…?”. Deja la interpretación de la ley a los líderes religiosos y a la consciencia de cada uno, pero ya vemos la interpretación suya: él exige más de lo meramente escrito, no menos. Hará lo mismo con el tema del matrimonio.
Ahora va a interpretar el séptimo mandamiento: “No cometerás adulterio” (v. 27). “Yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (v. 28). Mirar a una mujer con la imaginación sucia es pecar. La mujer que se viste para provocar es igualmente culpable. Aquí entra el tema de la pornografía. Jesús dice que “Si tu ojo derecha te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (v. 29). Esta es una solución drástica, pero es verdad: mejor perder un ojo que ir al infierno. No importa si uno es bautizado, miembro de iglesia y activo en ella, si practica la pornografía, está en peligro de ir al infierno. Esto es lo que el Señor está diciendo. Solución: cambia tu móvil moderno por uno antiguo sin pantalla. Quita el wifi de tu casa. Vende tu ordenador y usa el de la biblioteca. Planea mejor tu tiempo libre. Haz lo que tengas que hacer para salir de este vicio.
Lo que Dios requiere es santidad. Recordemos lo que dijo el profeta Ezequiel en cuanto al templo de Dios, el cual somos cada creyente: “Esta es la ley fundamental del templo: ¡santidad absoluta!” (Ez. 43:12). Esto creía Jesús y esto es lo que está enseñando en el “Sermón del Monte”.