“Pero al anunciaros eso que sigue, no os alabo; porque…” (1 Cor. 11:17).
Pablo no fue una persona conflictiva, pero cuando tenía que confrontar, lo hacía. En el versículo que encabeza nuestra meditación, él confronta la iglesia de Corinto por sus divisiones y por sus abusos de la Cena del Señor: “Pero al anunciaros eso que sigue, no os alabo; porque no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor. Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones…”. Y el segundo fallo: “Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena, uno tiene hambre, y otro se embriaga” (v. 21). El amor corrige. No deja que los mismos abusos continúan sin dirigirse a ellos, aunque no gusta y pierde popularidad. Su deseo es ser aprobado por Dios; si los hombres le rechazan, esto es el precio que tendrá que pagar.“¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo” (v. 22).
Pablo estaba siguiendo el ejemplo de Jesús que confrontaba cuando hacía falta:
· Con doce años confrontó sus padres que no comprendieron sus prioridades. Les preguntó cómo es que no sabían que tenía que estar en los negocios de su Padre: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (Lucas 2:49).
· Jesús confrontó la situación terrible del templo en Jerusalén que se había convertido en un negoció: “Y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi padre casa de mercado” (Juan 2: 16).
· Siempre estaba confrontando a los fariseos, porque eran los que más conocían las Escrituras, pero menos las ejemplificaban. No quería que la gente pensara que Él compartía su mentalidad. Los criticó a sus discípulos: “En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos… guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen” (Mat. 23: 2, 3). Luego les confrontó a sus caras: “Ay de vosotros escribas y fariseos, ¡hipócritas!” (Mat. 23:13).
· Jesús confrontó a los discípulos cuando estaban discutiendo acerca de quién iba a ser el más importante en su reino: “Y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor” (Marcos 9:33, 34).
· Confrontó a Pedro después de haberle negado: “Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?” (Juan 21:15). Pedro iba por la vida como el más leal de los discípulos, y es precisamente él quien lo había negado.
· Confrontó a Tomás por su incredulidad: “Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo,…o seas más incrédulo, sino creyente” (Juan 20:27).
Es imposible ser como Jesús y no confrontar. Dios nos pone en situaciones donde vemos cosas que no están bien. Con la sabiduría que nos da, en el momento apropiado, de la forma que nos enseña en su palabra (Gal. 6:1), y recociendo nuestra imperfección y necesidad de corrección también, con amor y humildad, confrontamos en obediencia a la dirección del Espíritu Santo. Esto hacemos por el bien de la otra persona, para que rectifique y salga beneficiada.