“¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia y oren por él… y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados” (Santiago 5: 13-15).
Lectura: Santiago 5:16-20.
Nosotros somos muy variables tanto en nuestro estado de ánimo, como en nuestro estado de salud, como en nuestra condición delante de Dios. A veces estamos afligidos, otras veces estamos alegres; a veces estamos sanos, otras veces estamos enfermos; a veces estamos viviendo correctamente delante del Señor, otras veces hemos pecado. En estos pocos versículos Santiago nos recuerda que tenemos salida en el Señor para todo. Debemos recurrir a Él no importa cuál sea nuestro estado. Sea cual sea no es ningún impedimento para que no acudamos a Él.
“¿Está alguno ente vosotros afligido? Haga oración” (v. 13). Los salmos están llenos de afligidos clamando al Señor, y proveen un cauce para nuestras oraciones cuando nos encontramos abatidos. El Salmo 102 es un buen ejemplo: “Jehová, escucha mi oración, y llegue a ti mi clamor. No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia; inclina a mí tu oído; apresúrate a responderme en el día que te invocare” (Salmo 102:1-2). La aflicción no es motivo para evitar al Señor, sino para acudir a Él.
“¿Está alguno alegre? Cante alabanzas” (v. 13). No tenemos que recurrir a la música mundana para dar cauce a nuestra alegría, canalizamos nuestra energía en alabanza a Dios. “Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo” (Salmo 100:1, 2). “Bendice alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre” (Salmo 103:1).
“¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará” (v14). Antes de acudir al médico, acudimos al Señor. Él no es el último recurso, sino el primero. Después al médico, si hace falta. El hábito del creyente es acudir al Señor en todo momento. Sus promesas abarcan todo lo que nos pueda pasar en la vida.
“Y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados” (v. 15, 16). La pregunta es: “¿Está alguno entre vosotros enfermo debido a su pecado?” Lo ha de confesar. Sus hermanos orarán por él, y Dios lo perdonará y lo sanará. Ni el pecado es motivo para no acudir a Dios en oración. Todo lo contrario, es una llamada a buscar al Señor.
Y el resumen de todo es: “La oración eficaz del justo puede mucho” (v. 16). En todo estado humano hay salida en nuestro gran Dios. Sea cual sea nuestra condición, oremos.
Copyright © 2024 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.