¿QUÉ PROPÓSITO TIENE LA VIDA? (2)

 

Nadie más podría hacer lo que hizo Cristo por nosotros. No hay otro dios de capacidad infinita capaz de llevar el pecado de mundo dentro de sí para ajusticiarlo con su muerte. Quitó de en medio el pecado que fue la barrera que nos impedía recibir el amor de Dios por nosotros.
 
            Vamos a leer un texto en el que Jesús explica el propósito de la vida. Algunos líderes religiosos preguntaron al Señor: “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:35-40). Jesús está diciendo que el mensaje de la Biblia es amor, que amemos a Dios y al prójimo.  Esto es lo que Dios pide de nosotros, amor. Dios es un ser relacional y desea intimar con las personas que Él ha creado. Nos ama y quiere ser correspondido con la misma clase de amor que Él tiene por nosotros.  Nos ama con todo su corazón, alma, mente y fuerzas y quiere que nosotros lo amemos de la misma manera. De nuestra parte busca un amor apasionado, profundo, inteligente y fuerte.
 
            Amar a Dios te llena de Él; amar a otros te llena de felicidad. Sufres con ellos, te ríes con ellos. Las relaciones son la alegría de la vida. Entonces hemos establecido que el propósito de la vida es amar a Jesús y ser amados por Él. Es el que más te ama. Es el único Dios que puede llenar tu vida. El segundo propósito de la vida es amar a otros. Amar es muy hermoso. Nos saca de nosotros mismos y nos introduce en el plano en que vive Dios.
 
Cuando el Señor Jesús dice: “De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”, lo que quiere decir es que, si cumplimos estos dos mandamientos, hemos cumplido todo lo que Dios desea de nosotros, porque todo lo demás depende de ello. Se desprende de ello. Es la consecuencia de ello. Si amamos a Dios y al prójimo, lo demás sigue automáticamente. Veamos: Amando a Dios, vamos a desear leer su Palabra para saber lo que nos quiere decir. Amándolo, lo buscaremos para estar llenos de los frutos del Espíritu. Le serviremos con los dones del Espíritu. Amaremos a los hermanos. Amaremos a todo el mundo. No haremos daño a nadie. Estaremos cerca de Dios. Oraremos y Él nos contestará. Viviremos en la presencia de Dios. Tendremos una vida de provecho. Estaremos llenos de amor. Estaremos felices.
 
Pero hay una pega. No podemos amar a alguien al que no conocemos. Hay que cultivar una relación de amor con Dios para conocerlo. Esto requiere compromiso y determinación de nuestra parte. Implica buscar a Dios. Encerrarnos en nuestro cuarto y clamar a Dios diciéndole que lo queremos conocer. Que lo necesitamos. Que se revele a nosotros. Que haremos lo que nos pida. Que pagaremos el precio que sea para estar cerca de Él. Hemos de derramar nuestro corazón delante de Él en oración y súplica, y escuchar su voz en respuesta a nuestro clamor. Le pedimos que nos enseñe cómo es Él y cómo somos nosotros. Esto nos llevará al arrepentimiento. Y esto será el comienzo de una relación que nos realizará y nos completará, y seguiremos creciendo en ella toda la vida. Esto es lo que Dios busca de nosotros. Y lo que nosotros necesitamos.    

    

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