“Entonces llegaron sus discípulos (de Juan Bautista) y tomaron el cuerpo y lo enterraron; y fueron y dieron las nuevas a Jesús. Oyéndolo Jesús, se apartó de allí en una barca a un lugar desierto” (Mateo 14:12-13).
Lectura: Marcos 6:30-52.
Jesús es un Dios muy humano. Da de comer a 5.000, camina sobre el mar, calma el viento; pero, a la vez, es capaz de sentir una tremenda angustia por la muerte de Juan el Bautista. Necesita tiempo a solas con su Padre para digerir lo que ha pasado, y cuáles son sus implicaciones para Él. Él no libertó a Juan el Bautista de la cárcel. ¿Pero qué pasa con la profecía en Isaías 61:1de que el Mesías vendría para librar a los presos? ¿Él que pudo caminar sobre el mar no pudo abrir la puerta de la cárcel? Lo mismo que le pasó a Juan el Bautista le iba a pasa a Él. Su Padre que todo lo puede no iba a librarlo de la muerte, sino que lo iba a dejar morir.
Jesús hace grandes milagros, pero, a la vez, sufre grandes dolores. Mas no se encierra en su dolor. Puede aparcarlo para atender a los demás y dejar su propia necesidad de estar a solas con el Padre para más tarde, cuando ya ha despedido a la multitud. Jesús siente profundamente el dolor del rechazo del estamento religioso del país, la pérdida de los que dejaron de seguirlo y volvieron atrás, y la grande “contradicción de pecadores contra sí mismo” (Heb. 12: 3). Todo esto lp podría haber conducido al desánimo, pero Jesús se remonta a solas con el Padre, y recibe tanto poder que camina sobre el mar y podría haber llegado al otro lado antes que los discípulos, para estar allí para recibirlos cuando llegasen después del pasaje tan difícil con el viento en contra. Pero al ver su miedo, entra en la barca con ellos y calma el viento. La naturaleza no representa ningún problema para Él, pero la dureza del corazón humano, sí. Esto es lo que lo llevaría a la Cruz. No puede transformarlo con un milagro, como por arte de magia, como puede calmar el viento. Para efectuar el cambio en el corazón humano, tenía que morir. “Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban, porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones” (Marcos 6:52).
¿Cómo, después de haber presenciado el milagro de los panes, podían sorprenderse los discípulos por el milagro de calmar el viento? ¿Qué es lo que tenían que haber entendido los discípulos? Que Él todo lo puede. Si te ha ayudado en una cosa, sabes que el Señor domina este terreno, pero luego surge otra cosa. ¿Puede resolver este problema también? Te da de comer. ¿También puede aquietar el mar agitado de tu vida? ¿Está tu corazón tan duro que no esperas que pueda calmar el viento que tienes en contra tuya? ¿No has aprendido nada de lo que ya te ha hecho? Los milagros no ablandan el corazón, sino la fe. Puedes ver milagro tras milagro y todavía tener el corazón tan duro como el primer día. ¿Qué vientos tienes en contra tuya ahora? ¿Has aprendido la lección de los panes, o está todavía duro tu corazón con incredulidad? Esta dureza de tu corazón es lo que llevó a Jesús a la Cruz por ti. No seas incrédulo, sino creyente.
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